Gustavo Petro en el Club Valledupar, tiene un simbolismo importante, este lugar se ha caracterizado por ser cuna de una elite criolla, bastante básica, que ha manejado a su antojo el departamento con tintes de corrupción, muestra de ello son las sanciones y condenas de la mayoría de dirigentes y además, desde donde el clasismo ha sido una impronta social que ha marcado generaciones y un espacio de donde surgieron los jefes paramilitares y guerrilleros más sanguinarios de nuestra región, como ‘Jorge 40’ y ‘Simón Trinidad’.
Hay que valorar el paso que dio la junta directiva al aceptar la presencia de un candidato que despierta tantos odios por sus denuncias contra la política tradicional y el pasado guerrillero que muchos no le perdonan; sin contar la satanización de la que ha sido víctima, propiciada por aquellos que nos tienen sumidos en el caos y que no quieren dejar el poder que tantos beneficios les representa.
La reunión no estuvo muy nutrida, era de esperarse, porque la mayoría de este grupo es poco dada a escuchar otras voces, no entienden que el país llegó a un límite y se necesitan alternativas para oxigenar la democracia.
Estuvieron personas de los gremios que aprovecharon quienes la oportunidad de tener al frente a quien hoy lidera las encuestas y puede llegar a ser el nuevo presidente de Colombia.
Se tocaron temas gruesos como el del futuro energético del Cesar, con las energías limpias alejado del carbón, el fracking y el petróleo; de la nueva política antidrogas, pensando en no glifosato y el avance a la legalización del cannabis, como eje de desarrollo para esta región que tiene un gran potencial en la Sierra Nevada; de la apuesta de paz y la lucha contra la corrupción que tiene a este país carcomido; en cuanto a Venezuela, Petro fue claro, hay que lograr un entendimiento con el gobierno de Maduro, pensar en seguir con la estrategia de bloqueo de una frontera, sin relaciones con un país vecino con el que tenemos tantos temas en común, es una tontería, este llevó al fracaso la política internacional de Iván Duque, Venezuela tiene que resolver sus propios problemas, ya está demostrado que ese intervencionismo norteamericano no sirve; acaba de pasar en Afganistán, donde, 20 años después, dejaron un país completamente reventado, con muchas vidas perdidas y billones de dólares gastados que pudieron ser invertidos en la pobreza que agobia al mundo.
La estrategia de Petro, de llegar a lugares nunca antes visitados y en los cuales nunca ni él mismo imaginó, le da un aire de apertura y representa un paso adelante en reconciliación y lograr diálogos y acuerdos para salir de este caos que es hoy Colombia.
Me cuentan que algunos, quienes insisten en el continuismo, como el columnista José Aponte, están solicitando la silla donde se sentó el candidato para sacarla del club, como desagravio a esa élite rancia que no ve con buenos ojos a Petro.