Por Luis Eduardo Acosta Medina
Acontecimientos curiosos que se ven en épocas electorales trajeron a mi mente la canción titulada López ‘El pollo’, autoría de Rafael Escalona, incluida en 1974 por Alfredo Gutiérrez en el corte número 6 del Lado ‘A’ LP ‘Alfredo Gutiérrez en Carnaval’ ese disco además de constituirse en el grito de combate en las elecciones presidenciales de aquel año cuando se enfrentaron por la Presidencia de La República Alfonso López Michelsen y Álvaro Gómez Hurtado, fue determinante para despertar el fervor popular alrededor del hijo de López Pumarejo que representaba el pollo de avanzada y de centro-izquierda para el momento preciso cuando debía el liberalismo jugársela toda ante un gallo canchero, inteligente y godo doctrinario como su padre y el mío.
Fue tal el impacto de la canción en aquel tiempo que mi papá nunca le reconoció el mérito a López de haber obtenido con un buen discurso la Presidencia de La República, decía que a su amigo Álvaro no lo derrotó el candidato Liberal sino ese “disquito embelequero” con el cual afirmaba que lograron echarse al bolsillo al pueblo porque a la gente no le importaba escuchar los brillantes discursos del Conservador por estar repitiendo el estribillo que decía “En la plaza de Bolívar se grita ¡López el pollo, López el gallo!”.
Hechas las preliminares remembranzas que vienen a mi recuerdo cada vez que hay elecciones, donde encontramos gente con proyectos políticos, otros con proyectos económicos, unos pensando en las próximas elecciones y algunos –muy poco por cierto– pensando en las venideras generaciones, debo referirme a un episodio que dibuja de los talones a la mollera lo más bajo de la condición humana y que se manifiesta en personas que usan la política y a sus conciudadanos con fines de negocio.
No perdemos en la región la mala costumbre de pretender que prevalezca el nombre del candidato propio dañando el buen nombre, la honra y la reputación ajena, a veces sin saber quién está escuchando, Me encontraba en días pasados en un acto social, cuando hizo su aparición un curioso personaje, de esos que no largan una carpeta que mantienen en el sobaco durante todo el periodo campañas políticas, que por cierto supe que llegó sin ser invitado, porque nunca falta un pájaro inoportuno en el alambre, ese es el que más bebe, quien más come, el que le pica el ojo a las muchachas que llegan y claro, este no fue la excepción, después de hacer todo lo anterior, asumió –o se robó– el uso de la palabra, se desbordó en elogios y alago evidentemente calculados e interesados respecto de determinada candidatura a la Cámara de Representantes y diciendo barbaridades de las demás personas aspirantes, y al referirse a Ovidio Mejía dijo sin sonrojarse, “Ese es otro ladrón, él y su familia se han robao’ a La Guajira desde hace tiempo”.
Cuando al fin cerró la letrina que el diablo le colocó en reemplazo de la boca, le pregunté si conocía a Ovidio, ya un poco pálido me respondió que no; de inmediato vino a mi mente la canción de Abel Antonio Villa titulada ‘El Pleito’, en la que dice: “el que no conoce el tema sufre de engaño, pero yo como lo conozco soy mucho gallo”, en cumplimiento de mi deber como amigo de Ovidio le recordé que para promocionar la yuca que uno vende no debe darle mala fama a la ajena, le dije que conozco a esa familia desde que estaba chiquito y en lugar de calumnias merecen el aplauso ciudadano por honestos, su padre muy amigo de los míos se ufanaba de haberlos criado y educado sin más patrimonio que dos brazos, un palaustre, una pala, un metro y un martillo como maestro de obras durante cincuenta años, que pegando ladrillos y cargando madera, arena y cemento en su hombro soportó su crianza y los hizo profesionales, y gracias al altísimo son hombres y mujeres que hacen sentir orgullo a sus amigos por su rectitud justamente heredada de ese padre esclavo del trabajo y una madre también trabajadora, buena gente, de manos limpias y abnegada.
No olvido que mi papá conversando con él le dijo “Orlando tu eres el mejor maestro porque construiste edificios humanos educando a tus hijos, es la única inversión segura, lo demás está en riesgo”. Tienen Ovidio y sus hermanos el serio compromiso de rendir con su comportamiento homenaje a su padre, un hombre vertical y muy apreciado por los míos ¿Cuándo se acabará el canibalismo y aprenderemos a respetar la honra ajena?, cuando así suceda La Guajira Cambiará.