El momento que vive Colombia es el más crítico de su historia, amenaza la estabilidad política y social como nunca antes. Muchos no han entendido, ni quieren entender, estamos en medio de un estallido social, causado por el mal manejo político del país, penetrado por la corrupción en todas sus esferas, lo que ha generado una desigualdad abismal; en asocio con los grandes gremios privados que siempre han pretendido aumentar sus ganancias a como dé lugar, gestionando reformas tributarias que ahogaban al pueblo, para beneficiarse de exenciones hasta de 20 billones de pesos, como ocurrió en el 2019, pero eso sí pagando los mismos salarios mínimos de hambre, para aumentar sus ganancias y llevarlas a paraísos fiscales, con el agravante de que los gobiernos se han dejado manejar por los organismos internacionales económicos que necesitan garantías y, a través de firmas calificadoras, intimidan y usan a personajes como Carrasquilla para que se les garantice la deuda, que al final sale del bolsillo del pueblo.
Pero llegó la pandemia y todo se derrumbó, el pueblo no aguantó más y salió, movido por el hambre y la falta de oportunidades; lo paradójico es que, hoy, esos empresarios que se beneficiaban con las exenciones, por ejemplo los industriales del Valle, están bloqueados, con sus empresas en riesgo y ahora, sí quieren aportar y que se les quiten las exenciones para ayudar a salir de la crisis ¡así de cínicos! Lo mismo va a pasar con los políticos, acostumbrados a manejar al pueblo mediante el voto y a las autoridades con dinero, lo que se está viendo es un inconformismo que se manifiesta en marchas contra las instituciones y vandalismo que pueden terminar perjudicándolos hasta con los bienes que se han robado, vía corrupción.
La crisis económica se va a poner peor, las cifras son escalofriantes en desempleo y aumento de pobreza y ni hablar de la inestabilidad política y económica que genera más inflación; mientras tanto, la polarización entre izquierda y derecha se agudiza. Por eso hay que replantear todo, si seguimos hacia el despeñadero o si hacemos un alto y nos reconciliamos, a nadie le conviene vivir en un país así, ni a los ricos con sus capitales en riesgo, ni a los más vulnerables que seguirán buscando cambios en la calle, sin resultados. Este estallido social ya demostró que no es por una sola causa y es en este preciso momento, cuando se necesita el liderazgo de un gobierno con empatía social y con gobernabilidad, algo de lo que carece Iván Duque y que tampoco podrá conseguir en el corto trayecto que le queda, eso ni se compra ni se vende. Pero también se necesitan empresarios solidarios que comprendan que el país requiere grandeza para salir adelante, una solución en la que todos ponen. Colombia es hoy un país devastado que requiere cambios y reformas estructurales, ya lo hizo Chile y fue el primer paso, un punto clave, es cambiar la forma como se gobierna; hay que dejar de votar por hambre y por el que nos diga el uno o el otro, con odio o por miedo. Pero, sobre todo, hay que entender que los mismos que nos llevaron a este caos, no pueden ser la solución y es mejor apostar por un cambio que seguir sumidos en el conformismo y la desesperanza. Si en este momento no nos unimos ¡Nos jodemos!