La vida y la salud son derechos fundamentales que están por encima de los demás derechos, sobre todo en estos momentos de peligro con la pandemia. La vida social es un derecho a la libertad, a la diversión, al libre desarrollo de la personalidad; siempre y cuando no vaya en contra de la salud de las personas.
Los placeres callejeros hacen parte de la vida social. Ante la tentativa del placer se ha venido desafiando el virus en la calle donde se contamina la gente; dejando claro con estas acciones que la vida no vale nada. En momento de placeres callejeros se nos olvida que estamos en medio del peligro, no vemos el enemigo silencioso que busca la ocasión para el contagio partiendo del hecho de que estamos viviendo un desenlace por desobediencia, por falta de conciencia ciudadana al deber de cuidado a cambio de un ambiente mundano de placeres callejeros, donde dejamos de cuidar la vida por gozar en las fiestas clandestinas tentativas del mal, prohibidas por las autoridades restringiendo las libertades con toque de queda, ley seca y exigiendo la utilización de los protocolos de bioseguridad.
Estamos viviendo en una catástrofe humana, razón para que no podemos tirar por la calle del medio dando el papayazo, desafiando la vida con el virus que trae como consecuencia la muerte. No es lo mismo andar en la calle por necesidad, que por placeres.
Nuestros abuelos decían que de la calle no se saca nada bueno. Nos toca recogernos como hizo Noe en su Arca con el fin de proteger su familia cuando el Diluvio Universal hasta que pase la tormenta, según los Consejos de la Biblia. La rapidez con que anda el contagio del virus en el tercer pico de la pandemia invadiendo a la humanidad, nos obliga a guardarnos muchos días; teniendo autocuidado y responsabilidad para el bien de todos. Nada de placeres en la calle que el virus anda suelto; para parrandear y divertirnos sanamente no falta tiempo, dejemos que pase el peligro.
En la vida hay dos caminos, el del bien y el del mal. El camino del bien está en el hogar, porque en casa nada te pasa y el camino del mal está en la calle, contaminando propagándose en aglomeraciones de gente y contagiando a las familias. No es el momento de disfrutar de los placeres, colocando en peligro la vida en la crisis humanitaria por la que estamos pasando; además hay que ser solidario al dolor de los familiares de las personas que han fallecido. En la calle hay placeres gozando y el Covid matando. La enseñanza que nos deja esta situación es que hay que cuidar la vida.