Por Rodrigo Daza Cárdenas
No propone ni propondrá jamás mi posición política respecto a la RAP-Caribe y a otras manifestaciones de integración regional, recomendaciones de aislamiento o encerramiento dentro de nuestras propias fronteras, como entidad territorial o como pueblo.
Sé que a pesar de los reparos que hoy día muchos líderes transnacionales y parte de la opinión mundial le tienen a la globalización y a la dificultad de la integración económica, hay tendencias y otros líderes de iguales quilates que están proponiendo y buscando la cooperación colaborativa para poder lograr un modelo de desarrollo que garantice, además de colaboración entre pueblos y estados, competitividad y confrontación (entiéndase ésta como la manera vehemente y políticamente correcta que les asiste a los pueblos de exponer y defender sus propuestas sin litigio).
Visto así este panorama mundial es menester hacer meridiana claridad sobre algunos aspectos que hacen parte hoy de la dinámica de los pueblos para progresar sin perder sus autonomías y sus objetivos estratégicos. En el caso nuestro, en La Guajira, refiriéndonos una vez más a la situación en que estamos inmersos, respecto a la integración regional, más vale apuntarle a recuperar autoridad y respeto logrando unir nuestro guajirismo noble con nuestra ancestral versatilidad social y política. Malo sería plantear rechazo a los esfuerzos de integración sinceros. Aun cuando somos Caribe y nuestra identidad indígena desciende de los caribes, quienes fueron recios y bravíos defensores de su territorialidad y de sus intereses y usaron varias formas de lucha para defenderlos, no podemos salir “a blandir el hacha” sin propuestas y sin razón. Los guajiros “por las buenas” hemos cedido más de lo que nos corresponde. Entonces, ahí está mi posición, no ser los obstruccionistas de la región pero tampoco los dadivosos del paseo; no ser radicales con las posiciones que generen aislacionismo pero tampoco `la mesa del buffet´.
No es recurrir a un guajirismo exacerbado y sobredimensionado para llegar inmunes a las mesas de concertación, pero sí tenerlo a tono con nuestro talante para blindarnos y poder llegar a unos acuerdos o consensos que privilegien el costo de oportunidad de cada región o departamento, siendo equitativos y racionales, sabiendo cada uno lo que tiene, lo que puede aportar y con realidad, coherencia y solidaridad construir el portafolio de desarrollo soñado, anhelado y que nos merecemos. No creo que ni para nosotros, ni para ninguna otra entidad territorial Caribe ésta aspiración sea un despropósito. Lo que sí debería ser una vergüenza es que por intereses electorales, politiqueros y fiebre de liderazgos, se desvíe y trastoque el sentimiento, el espíritu y el principio de integración con soberanía. Ahí seguiríamos sin el desarrollo que no tenemos pero los pseudo-líderes actuales refrendarían su propia ignominia y se conducirían por sus protervos actos, al cadalso social y político.
Estoy como todos los guajiros y pienso como todos los habitantes de los departamentos menos fuertes de la región Caribe, que no se trata de ser lo más bravucones y gritones porque eso no nos da más prestancia política ni sabiduría para concertar. Se trata de “mandar la palabra” a los demás líderes de la región Caribe y en La Guajira misma a los responsables de la administración departamental y a quienes hoy ostentan representatividad y obligación de defender nuestros intereses. Tienen que estar los intereses guajiros por encima de los intereses de las demás regiones, eso sí, protegiéndoles su dignidad y otorgándoles sus justos beneficios.
No puede ser que todo nos llegue hecho o prefabricado para servir solo de `meseros´ o espectadores del desarrollo mientras que otros son dueños y gestores de la dinámica de negocios en general, de la creación de empresas proveedoras de insumos y servicios; oferentes de recursos humanos calificados y no calificados. No podemos seguir siendo simples agencia u oficina solitaria de los grandes grupos y consorcios empresariales e inversionistas mientras que las sedes principales están en otras latitudes, pudiendo y debiendo estar aquí.
¡Oh fatal experiencia de los años ochenta y noventa! Dolorosa recordación y triste realidad vivida por varias razones ciertas pero que nunca pudimos superar solos, entre otras cosas, por falta de solidaridad; nunca recibimos soporte de los fuertes lo que nos llevó a concluir después: que mejor solos que mal acompañados.
Hoy en el firmamento nacional se comienzan a despejar nubarrones que se formaron por falta de luz guajira en ese cielo que es de todos pero que parece que `el suiche´ que prende y apaga lo tienen otros. Hoy, aún sin senadores, que no han hecho falta porque no apoyaron nada de lo nuestro, solo con tesón guajiro, con guajiros de valía, sin máculas y sin referentes tóxicos “otra es la melodía que se comienza a interpretar en el escenario nacional, con músicos jóvenes afinados y con partituras nuevas que han dejado atrás cantantes, coristas y presentadores fuera de tono y con uniformes desactualizados” (entiéndase por estos a políticos nativos y de afuera, periodistas y funcionarios de gobierno de las instancias nacionales con antiguajirismo y veneno emocional en sus venas). Se requiere un director de orquesta autentico para que con los nuevos talentos que están consolidándose con guajirismo noble, nos representen a los guajiros y a nuestros intereses.