Con la aprobación de la Reforma Tributaria del presidente Petro, tal vez la mayor realización de sus primeros 100 días de gestión gubernamental, queda demostrado que los líderes y activistas de la izquierda han tenido más capacidad política y mayor poder de liderazgo comunicacional que los líderes de los partidos tradicionales en los tiempos recientes.
No de otra forma se entendería como lograron obtener su fácil aprobación, sin bloqueos ni protestas sociales, si es evidente que golpeará más el bolsillo de los colombianos, ricos y pobres, que la que propuso el anterior gobierno en el 2021.
Aunque es pertinente mencionar que la aprobación de esta reforma se da por la actitud sumisa de los senadores y representantes de los partidos tradicionales, quienes sin el más mínimo recato ideológico, de respeto a sus electores y a sus antecedentes patrióticos, decidieron apoyarla cediendo ante las abundantes dadivas burocráticas y de poder otorgadas por un gobierno que hábilmente había decidido conformar las mayorías legislativas a cualquier precio.
Los mayores impuestos para las personas naturales, incluyendo a los sectores populares que la izquierda dice defender, que en el 2021 originaron marchas violentas que casi destruyen la infraestructura pública y privada, y el aparato productivo del país, en esta oportunidad no fueron obstáculos para la aprobación de la reforma y ni siquiera generaron la más mínima presión a los congresistas que no pertenecen al autodenominado Pacto Histórico, para que reflexionaran y cambiaran su actitud.
Los anuncios de oposición con los que, en algunos momentos de las discusiones y trámites de la reforma, salieron algunos líderes de los partidos tradicionales, que alcanzaron a entusiasmarnos, se esfumaron rápidamente y nos dejaron desilusionados a la mitad de los colombianos. Las dadivas resultaron irresistibles para ellos y como consecuentemente decidieron ignorar el bienestar colectivo.
La habilidad comunicacional de la izquierda -léase Petrismo-, aunado a su permanente disposición a promover el odio entre los colombianos, les permitió convencer a los sectores populares y a una porción importante de la clase media del país de que no habría más impuestos para ellos. Los han convencido de que eso es “solo mentiras de la derecha”. Y claro, ante tantas promesas populistas, estos sectores han asumido una actitud pasiva, acompañada de la ilusión de vivir sabroso como les han prometido. ¿Hasta cuándo mantendrán esa actitud? Algunos analistas opinan que no será por mucho tiempo adicional.
Con la reforma el gobierno logró imponer más impuestos a la minería e hidrocarburos, incluyendo la no deducibilidad de las regalías, y sobretasas en renta fija varios sectores clave, que inexorablemente harán frenar las inversiones en estos sectores, originando menor crecimiento económico y mayor desempleo; y al reducirse los ingresos del gobierno se afectarán sus programas sociales, generando inconformidad.
Muy pronto viviremos la realidad. Aunque se salvaron el pan, el salchichón y la butifarra y otros pocos productos de la canasta familiar, hay una larga lista de productos que si tendrán mayores impuestos, desde el mecato, las bebidas ultra procesadas azucaradas, como las gaseosas, maltas, refrescos, hasta las bebidas para deportistas; otros productos clave de la canasta familiar serán impactados con el impuesto al plástico, lo que se reflejará en un mayor precio de alimentos, bebidas y productos de aseo y limpieza.
Por restricciones de espacio no puedo mencionarlos todos, pero al final todos los colombianos, ricos y pobres, terminaremos pagando esos nuevos impuestos de la reforma tributaria de Petro.