Por Martín Barros Choles
Qué bueno vivir en democracia, donde todas las personas puedan participar en eventos, no sólo para elegir y ser elegidos o contribuir con los pagos de impuestos, tasas y multas, sino también, en algunas de las actividades y programas serviciales incluyentes, por invitación o convocatoria pública. La discriminación y las selectividades exclusivas, son antidemocráticas, si la soberanía reina en el pueblo para beneficios comunes, generales e iguales entre quienes los integran. Muchos ignoran el término o significado “democracia” y lo confunden con propiedad privada, para apropiarse de bienes y derechos públicos en ejercicio de las funciones públicas. La democracia permite entender los términos legales de cumplimiento, deberes y obligaciones, absteniéndose de las prohibiciones, conservando el respeto mutuo que debemos guardar con nuestros semejantes, el medio ambiente, la cultura, convivencia social y comunitaria, entre otras. Las elecciones populares son una apertura democrática para que el pueblo a través de sus ciudadanos elijan directamente de manera libre y espontáneas a sus gobernantes y representantes, para que asuman responsabilidades de atender y hacer muchas cosas de utilidad para el bienestar común. En las campañas políticas predominan las manipulaciones planificadas, como estrategias tramposas para engañar incautos, mensos, aduladores, aturdidos, desvanecidos, fanáticos e inocentes desprevenidos. Ejemplo exhibir afiches con fotografía maquilladas, es un engaño, si difieren con el estado o condición natural de las personas, ofrecer y comprometerse, sin el menor conocimiento, ni disponer de planes y proyectos, constituye defraudación. Los manejos publicitarios mediáticos son los más utilizados para inducir engaños, en procura de ganar adeptos con series de divulgación preestablecidas y difundidas, de manera prepaga, en los medios de comunicación, en las redes sociales, complementadas con encuestas, cuya veracidad es exigua, desde que tiende a favorecer y generar impactos arribistas parcializados a quienes lo contratan. Los resultados de las encuestas no sólo dependen de la ficha técnica, sino desde los puntos y lugares territoriales y extractos sociales, donde se practiquen. Los fraudes enturbian y contaminan la democracia por ser contraria a la esencia del régimen popular. Dios es el centro de la democracia, porque no es de índole particular, privada, ni personal, sino general, global y colectiva, plasmada en forma popular. Los fraudes democráticos generan frustraciones, desmotivaciones, apatía, indiferencia y violencia. Sin democracia, ni justicia social y judicial es factible erradicar el inconformismo que generan los privilegios y exclusiones, la pobreza, las faltas de soluciones a las necesidades básicas por inequidad y aprovechamientos de apropiaciones o robos de bienes y derechos públicos o colectivos por nuestros elegidos. La paz se consolida en democracia, no por la fuerza, generadora de miedo.