Recuerdo de niño escuchar a los maicaeros decir con sorna que en la entrada de Uribia colgaba un letrero que decía “Conozca a Uribia antes de que se acabe”, pues bien, en la actualidad son los uribieros los que se burlan de los maicaeros diciendo que “Maicao es tierra de nadie” y no están lejos de la realidad porque esa franja de terreno ubicada en Paraguachón fue corrida hasta el propio Maicao, es decir, la tierra de nadie amplió sus fronteras.
A mediados del siglo II Maicao comenzó a despegar como ciudad comercial donde se distribuían toda clase de mercancías traídas de contrabando de las islas del Caribe y de Panamá, para comercializarla con la hermana República de Venezuela y con el interior del país. Se da por descontado que a Maicao llegaron personas de todos los rincones de Colombia y una gran colonia de libaneses, turcos, como cariñosamente los llamamos aun en nuestros días.
A finales de la década de los 80, comienzo de los 90, apareció el fenómeno del narcotráfico en su faceta más depurada, el lavado de activos. Maicao fue convertido por propios y extraños en una inmensa lavandería de dólares a tal punto que el presidente de la época de los Estados Unidos, Bill Clinton, mencionó a esta ciudad como uno de los más importantes centros de esta actividad delincuencial en Latinoamérica, fue Troya, al día siguiente el Estado colombiano ordenó el cierre de todos los bancos que operaban en Maicao.
Paralelamente se creó la zona especial aduanera por donde se podían importar y exportar ciertas mercancías, previa autorización de las autoridades, es decir, el Estado prohibió la importación de un sinnúmero de mercancías, telas, por ejemplo, y restringió la entrada de otros artículos. Dos escenarios que marcaron el declive de Maicao como emporio comercial.
A pesar de todos los problemas Maicao se sostenía debido al intercambio comercial con Venezuela, mientras esta Nación liquidaba el capitalismo y le daba la bienvenida al socialismo del siglo XXI como principio rector de su economía.
Lo que a la postre sumió a ese gran país en la ruina que se revela en la diáspora más grande del siglo actual cuando observamos miles de venezolanos que a diario cruzan la porosa frontera buscando en Maicao el pan de cada día, otros llegan a cometer toda clase de delitos, ante la pasividad de nuestras autoridades que han sido superadas en número por la delincuencia binacional.
Es tan grave el asunto que las autoridades han sugerido la medida extrema de militarizar la ciudad. Ante las evidencias, llegó la hora que las autoridades nacionales, departamentales y locales, vislumbren nuevos horizontes para Maicao, o de lo contrario le tendremos que dar la razón a los uribieros cuando dicen que “Maicao es tierra de nadie”.