Por Rafael Humberto Frías
Sigo insistiendo en que la vida es la mejor escuela y cuando no se aprenden sus lecciones, es porque de nada nos ha servido la vida y de nada nos ha servido la escuela. Los guajiros debemos aprender de memoria las lecciones que la vida nos ha dado repasando cada una de las historias que como en las fábulas nos deja una enseñanza maravillosa del por qué estamos en un callejón sin salida y con el ceño fruncido y la cabeza entre las manos. Nos han llevado al calvario nuestros propios errores, viviendo una vida sin sentido y sin sueños colectivos, pensando de manera egoísta e introvertida, siempre mirando para adentro y sin importar como nos ven desde afuera. Hinchando cada vez más ese ego grande que se llama egoísmo, sin estirar la mano al prójimo o al vecino para darle o para recibir su ayuda y solidaridad, porque nos mataba el orgullo y nos aislamos.
Las bonanzas volvieron a nuestros Gobernantes arrogantes, autosuficientes, altivos y orgullosos, pensando que el poder y la época de las vacas gordas sería eterna. Pero hoy la nostalgia de lo que pudo haber sido y no fue, es muy notoria lo mismo que el arrepentimiento de no haber hecho lo que se debió hacer oportunamente y para la posteridad. Dicen que no se debe llorar sobre la leche derramada, y también que quien no quiso cuando pudo, cuando quiera no podrá. Pero pienso que la vida es una canasta de oportunidades; primero, debemos aprender a valorar lo nuestro; nuestro territorio, su gente y sus recursos, también debemos saber hacia dónde queremos ir y lo que queremos, respetando los sueños del otro y aprendiendo a convivir en medio de las diferencias. Los guajiros no podemos seguir apostándole a ganar elecciones sin pensar en las próximas generaciones, sino en perpetuarnos en el poder. Tampoco en desechar los méritos y las competencias, la honra y el buen nombre de las personas y ponerlos por debajo de la tula y el dinero fácil, imponiendo siempre la apariencia por encima de la esencia de las personas.
Tenemos que volver a estudiar a Carreño hasta aprender a ser buenos ciudadanos, padres, hijos, maestros, dirigentes y Gobernantes, recordando que vivimos en una sociedad reglada por unas normas, que nos establece un rol y unas competencias. Mucho ayuda quien no estorba y quien obedece no se equivoca, si se equivoca es el que manda, pero también debe mandar quien tenga legítimamente el poder conferido por las mayorías a través de la voluntad popular, apartado de las imposiciones y no usando el poder para aplastar a los demás sino para servirles y mejorar su calidad de vida y edificar una sociedad superior. El pueblo guajiro se ha venido equivocando en las decisiones colectivas, a veces, dándole valor a lo que no lo ha tenido y negándoselo a quien lo tiene, poniendo así a la sociedad con las patas para arriba y tirando del mantel para manchar a los que están sentados en la mesa tirando líneas. Es decir, los intereses particulares han desviado el rumbo apartándose de los intereses colectivos y eso ha venido arrastrando a nuestra sociedad hacia el desastre, en vez de conducirla a las cumbres más altas. Por eso, tenemos afectado el presente y el futuro, esta generación y las futuras generaciones.
Luego entonces, no es del todo sano clasificar a nuestra población entre impolutos y corruptos, porque como está escrito quien esté libre de pecados que arroje la primera piedra. Hay que empezar entre todos a reconocer desde cada ángulo y cada perspectiva el meas culpa para avanzar decididamente. En la unidad de propósitos debemos ponernos de acuerdo, aprendiendo las lecciones de nuestros propios errores. Hoy nuestro Departamento está descuadernado y con una imagen paupérrima frente a la opinión nacional, calificado con los peores improperios que afrentan nuestra dignidad y nuestro orgullo patrio. Por no ponernos de acuerdo, por elegir equivocadamente y polarizar a la sociedad, por preferir la vida y el dinero fácil y convivir con la ilegalidad y sin temor de Dios, irrespetando las normas.