Por Jorge Nain
Si usted consulta hoy en la página web de la Real Academia Española sobre la palabra vallenato, el resultado será: “La palabra vallenato no está registrada en el Diccionario”. Pero nosotros llevamos en Colombia casi un siglo empleándola y otorgándole tres acepciones, según el Lexicón del Valle de Upar escrito por Consuelo Araujo Noguera y editado en 1994 por el Instituto Caro y Cuervo, así: vallenato; 1. Gentilicio de los naturales del Valle de Upar, 2. Perteneciente o relativo a la ciudad de Valledupar o a la antigua provincia de Valledupar y Padilla. 3. Género musical popular que se interpreta con acordeón, caja y guacharaca, en sus cuatro aires tradicionales: merengue, paseo, puya y son.
Bueno, de manera extraoficial se ha conocido por un boletín de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata que a partir del próximo mes de diciembre esta hermosa palabra que tanto empleamos los colombianos, los latinoamericanos y ya se conoce en gran parte del mundo como un género musical autóctono de la región Caribe colombiana, estará incluida en el diccionario oficial de la Real Academia Española, lo cual es una gran conquista.
Las palabras, como las personas, nacen, crecen, se reproducen y mueren; también las palabras, como las personas naturales, adquieren ciudadanía; en Colombia esto último se logra actualmente a los 18 años. Se necesitaron alrededor de cien años para que la palabra vallenato adquiriera su ciudadanía universal, que es otorgada para el caso del idioma castellano por la RAE y ahora podremos decir a los cuatro vientos que ya nada tiene que ver ballenato (hijo de la ballena) con vallenato (música folclórica del Caribe colombiano).
Ahora ya podremos decir sin problema: vallenatero, vallenatólogo, vallenatología, que serían algunas palabras descendientes y me imagino que juiciosos y engolosinados periodistas amantes de nuestra lengua castellana y de nuestra música vallenata como Juan Gossain y Daniel Samper Pizano estarán listos para incluir entre las palabras más hermosas del castellano, esta nuevecita, pero sonora palaba: vallenato.
Espero que ahora no aparezcan los oportunistas tratando de acreditarse como los gestores y padres de este logro que, como otros que se han dado en los últimos años a nivel internacional, le dan lumbre a nuestro folclor, porque aquí los únicos que pueden adjudicarse esa paternidad son nuestros verdaderos juglares que crearon este folclor, los de los cantos de vaquería, los Bolaño, los Durán, los Zuleta, los Martínez, los López, los Díaz, los Granados, los Romero y tantas otras dinastías.
Tampoco podemos caer en la estupidez de enfrentarnos entre nosotros (sabaneros, guajiros, cesarenses) porque se haya bautizado a esta música como vallenato y no con otro nombre como la han querido nombrar algunos: Música de acordeón o música del Caribe; este nombre de vallenato tomémoslo no solo como de la región Caribe colombiana, sino de Colombia entera, porque sus compositores e intérpretes ya nacen en cualquier parte de la geografía nacional.
Así que la nueva versión del diccionario de la RAE enriquecerá nuestros americanismos con una palabra que se tomó la cultura del mundo del siglo XXI para que dejemos las discusiones bizantinas o como dirían en nuestra tierra: Pá que se acabe la pendejá.