Se ha despertado una solidaridad a nivel internacional con la crisis socioeconómica y política que atraviesa el pueblo venezolano, para la entrega de ayudas humanitarias principalmente de Colombia.
Como ayuda recíproca, cuando muchos colombianos encontraron en ese país oportunidades de trabajo que les permitieron mejorar sus condiciones de vida y establecer lazos familiares, perpetuando la hermandad entre estos pueblos, como fue el ideal de Simón de la Santísima Trinidad para coincidir con el misterio trinitario y hacer una sola nación verdadera a través de la Gran Colombia. Desafortunadamente las intrigas no faltan en la vida pública y dieron al traste con su buena intención.
En el caso de estas ayudas, desde los tiempos más antiguos en Roma y Egipto, el suministro de pan o trigo constituyó una preocupación para los gobernantes. Sí, es cierto que estas ayudas pueden palear momentáneamente la crisis de muchas familias que carecen de un ingreso para subsistir en ese país, esto podría conducir a una grave situación de dependencia que el Estado venezolano patrocinó cuando la situación económica lo permitía, por su gran producción petrolera y sus altos precios en el mercado. Está demostrado que los países que resuelven las necesidades de la población de esta forma, con excepción de casos fortuitos, no se desarrollan; lo más indicado es brindarles los medios de producción. Lo raro aquí es que el Gobierno no está entre los sectores tradicionales y se podría pensar que los medios de producción estarían en manos exclusivas de esos sectores, cuando están en poder de quienes pregonan el socialismo bolivariano. Los partidos políticos venezolanos cayeron en el infortunio, como consecuencia de la pérdida de la credibilidad y la confianza entre el pueblo y sus dirigentes, permitiéndole a Hugo Chávez, bajo su locuacidad y su intentona golpista llegar al poder. Y fueron muchos los anhelos y las esperanzas que representaba para su población, de encontrar una fórmula milagrosa a través de este socialismo que ha originado más bien una diáspora en el pueblo venezolano, ante el alto costo de vida que ha generado un proceso inflacionario sin precedentes en su economía.
Algo similar ha ocurrido en Colombia con los partidos tradicionales, con la diferencia que el Estado ha sido menos pródigo, pero con una población muy productiva y con mucha capacidad de trabajo – adelante parceros del campo– el señor Nicolás Maduro está en el poder, y el poder no es para que, si no para ejercerlo a sabiendas de que no es eterno, porque el poder que no reconoce límites, crece, se eleva y por fin se cae por sus propio peso.
Que la Revolución Francesa le dejó a los pueblos la enseñanza para desistir de la opresión y la perpetuidad; que Maquiavelo dentro de algunas cosas buenas que dijo le enseñó a los pueblos a destruir los tiranos. Posiblemente la intención de solicitarle la renuncia a Maduro sea ingenuo. El Heraldo 10 enero del 2019, las propuestas de intervenciones son improcedentes porque los intereses económicos de China y Rusia podrían llevar a una confrontación bélica, todavía más desastrosa para Venezuela y los países vecinos. El apoyo a la crisis venezolana no debe significar propuestas de intervención, los venezolanos deben reclamar los cambios políticos, económicos y sociales para mejorar sus condiciones de vida, sin una confrontación interna que los involucre en una guerra civil y la aparición de un segundo estado donde la anarquía se apodere del país. Es el pueblo venezolano el que tiene que decidir su suerte, a través de manifestaciones populares para exigir los cambios que su democracia necesita; como lo hicieron algunos países árabes en su primavera. Y dejar de soñar con la prodigiosidad del Estado, sin permitir la concentración del poder en una sola persona, configurando una dictadura y condenando a su población a ser víctima de la violencia.