Por Eloy Farfán Bello
Imaginarnos un mundo superior al que nos rodea siempre ha sido un permanente pensamiento del hombre, adelantándose a los acontecimientos en ocasiones dando lugar a la ficción, que posteriormente se ha convertido en realidad. Así se han motivado las grandes hazañas, conquistas y descubrimiento de la humanidad, con el temor y la resistencia a seres superiores. En la misión de reconocimiento que Moisés envió a la tierra de Canaán, se debió observar cómo era la tierra, si era buena o mala, si el pueblo que lo habitaba era fuerte o débil y si había fortificaciones. El informe de la misión para la mayoría de los integrantes fue negativo y desalentador. Al afirmar que el pueblo que lo habitaba era fuerte y que allí habían gigantes. Sintieron temor al considerar aquel pueblo más fuerte, siendo Otoniel el escogido por Dios y el primero de la tribu de Judá en subir contra los cananeos, a un lugar difícil y arriesgado pero inspirado por la fe y el temor a Dios lo conquistaron. Cuando llegamos a un lugar desconocido, algún temor puede apoderarse de nosotros, mientras pasamos por un proceso de reconocimiento y adaptación al medio. “Hemos venido en paz en nombre de la humanidad”, expresó Neil Armstrong al descender a la luna. Posiblemente pensando en encontrar la resistencia de seres superiores (extraterrestres), pero considerando un salto gigantesco para la humanidad. “Que no son gigantes mi señor, son molinos de viento”, le dijo Sancho a Don Quijote, pero este en su afán de conseguir un mundo mejor a través de la aventura y la apropiación indebida hizo caso omiso a los consejos de su escudero, los gigantes existen, los vemos en las dificultades que debemos enfrentar, se aparecen en los problemas económicos, en las relaciones complicadas o en los temores de inseguridad de cara hacia el futuro. Están entre las personas que nos rodean y se deben vencer, de lo contrario nos devorarán como dijeron de los gigantes de Canaán. Cuando el pueblo de Israel marchaba hacia adelante en su salida del desierto aparecieron algunos gigantes o amenazas del faraón y cuando regresaron no encontraron ninguno. Para siempre estos aparecen cuando nos encontramos en el camino del deber. No pensemos en el triunfo sin tener que luchar, todo hacia el camino celestial es difícil de obtener. Los lugares, las personas y los proyectos difíciles son la verdadera escuela y las academias de la fe. Lo cual debemos enfrentar como si fuera un conflicto para llegar como vencedores por medio de la confianza y la fe en Dios que todo lo puede. La globalización de toda clase de relaciones le permite al mundo moderno muchas ventajas, pero también dificultades gigantescas, principalmente a los países en vía de desarrollo al tener que competir con los gigantes que manejan el tráfico de la economía. Dios no posee nada que sea fácil, debemos tener el mismo espíritu de fe que tuvieron los varones de la conquista de Canaán, viendo el respaldo y el temor a Dios en cada dificultad, que es el principio de toda ciencia y sabiduría.