Todo sucedió una calurosa tarde de finales del pasado mes de agosto en Valledupar cuando el reloj marcaba las 3:30 de la tarde y un grupo de estudiantes de Comunicación Social, 130 exactamente, estaban presentes en el auditorio Pablo Oliveros Marmolejo de la Fundación Universitaria del Área Andina, atentos para escuchar el Taller sobre Crónica Vallenata, dictado por quien escribe.
A los estudiantes durante dos horas y media se les hizo un paseo por las llamativas historias de la música vallenata, la manera de contar, de escribir y llevar el hilo conductor hasta que al final un acordeón, una caja, una guacharaca y un canto llegaran directo al corazón. El tiempo trascurrió rápido, pero la enseñanza fue recibida de la mejor manera.
Las preguntas de los estudiantes no faltaron y al final como en toda clase, se les puso una tarea, escribir una crónica corta teniendo un plazo de tres días. Sí, una crónica donde una historia recreara su mente y la contaran desde su propio punto de vista. La respuesta fue positiva y que lindo resultó realizar este encantador ejercicio periodístico haciendo posible que la vida se contara en una crónica.
Al presentarse muchos trabajos, no fue nada fácil porque tocó esculcar lo mejor de cada crónica donde el vallenato se puso de fiesta y al final se escogió la ganadora. Se trató de la estudiante Meris Alicia García Ballesteros, de segundo semestre de Comunicación Social y residente en el barrio La Nueva Esperanza de Valledupar, quien presentó una sentida y emotiva crónica titulada: ‘Una canción de despedida’.
Ella al recibir el premio contó que el taller sobre crónica vallenata le llamó la atención y le sirvió de ejemplo para escribir la suya, esa donde su padre Luis Carlos García Flórez, estaba en el centro de su corazón. Incluso, enseguida escribió el título y al llegar a su casa comenzó a darle vueltas al relato.
Las lágrimas al recordar aquel episodio no faltaron, poniéndole mucha fe a su trabajo. A los pocos días supo que era la ganadora y la felicidad no le cabía en el cuerpo, celebración que hizo al lado de su familia conformada por su mamá Ana Isabel Ballesteros Villalobos y su hermano Luis Carlos.
El testimonio
Sobre este hecho inédito en su vida, indicó. “Al principio, tenía mucha expectativa con respecto al taller, porque el mundo de las crónicas me llama mucho la atención. Recuerdo cuando el periodista Juan Rincón Vanegas, propuso el concurso y el premio. Honestamente, no pensé en ganar. Solamente pensé en escribir sobre el recuerdo de la canción que le hice a mi padre. Era como si apenas estuviera siendo consciente de lo que sucedió esa tarde”.
Enseguida señaló. “Al detenerme a pensar en un tema para mi crónica, el recuerdo vino a mi mente y al instante encontré el título perfecto. En ningún instante pensé que podría ganar, pero así sucedió. Hoy puedo decir que ha sido uno de los mejores momentos de mi vida”.
Entrando en detalle de su trabajo dijo. “Un día antes de entregar la crónica, estaba indecisa, sin embargo, alguien me dijo que muchas veces el hacer algo distinto a los demás, podría cambiar las cosas y quizás eso me llevaría a ser la ganadora. “No tienes nada que perder”, agregó. Nunca olvidaré esas palabras. Cuando llegué a mi casa, encendí el portátil y envié la crónica. Minutos después vi una imagen en redes sociales que tenía la siguiente frase. “El verdadero perdedor es aquel que tiene tanto miedo a no ganar, que ni siquiera lo intenta”. Ella llena de esperanza enseguida manifestó. “Suspiré porque ya me había arriesgado y no era una perdedora”.
Al final Meris Alicia García Ballesteros, hizo la promesa de seguir escribiendo crónicas porque le pareció maravillosa esa experiencia jamás vivida, desde que comenzó sus estudios de comunicación social en la Fundación Universitaria del Área Andina. Queda el ejemplo de una joven aplicada y con los deseos de superarse de la mano de Dios, a quien se encomienda en la Comunidad Cristiana Beraca, lugar de bendición.
Crónica ganadora
Esta es la crónica ganadora donde el sentimiento de la autora se mueve en cada frase, y al final gana el recuerdo de ese padre que la cuida desde el más allá.
En la mañana del lunes 26 de mayo de 2010, cómo olvidarlo, me senté en la terraza del colegio a garabatear sobre un papel y en ese momento de mí empezó a brotar una vaga melodía, a la que le agregué palabras, sentido, amor y esperanza.
El tiempo pasaba e iba tomando forma…Todo se relacionaba a él y su imagen no se borraba de mi mente porque era la fuente de mi inspiración. Aquella vaga melodía se convirtió en una canción vallenata, esa que sin pensarlo despidió a mi gran amor.
Horas después me encontraba dando pequeños pasos en los pasillos de la Clínica Valledupar y recuerdo haber visto a una enfermera rodar un carrito de curas, entre ellos. Cuando por fin entré a la habitación el silencio me estremeció. Sin embargo, ese mismo desapareció cuando la dulce melodía que de mí nacía, resplandecía en medio de la desesperanza y el dolor. Aquella canción se acompañó con bailes, sonrisas y un pequeño llanto ahogado que nunca floreció.
Durante la madrugada del día siguiente, la noticia llegó…Mi padre falleció, pero en mi corazón llevo grabada aquella canción vallenata que su pequeña niña le escribió. Padre, escucha la canción en el cielo.