El candidato Petro nuevamente se muestra amenazante con su persistente candidatura para llegar a la Presidencia de la República y para ello está recurriendo a todos los medios y tácticas posibles que tenga a su alcance, aunque sean incoherentes con su ideario político y con la improbable factibilidad de sus planteamientos.
Son conocidos su estilo y su oratoria que le facilitan expresar sorprendentes falacias sobre la realidad y las posibilidades económicas, sociales y políticas del país; algo que hace porque sabe que es lo que quiere escuchar un sector significativo de la población colombiana, ya sea por convicciones ideológicas o porque están inconformes con los resultados de la gestión de los gobernantes nacionales, lo que les hace sentirse excluidos y sin oportunidades de participación en el proceso de desarrollo social y humano, sin espacios para generar ingresos a través de empleos formales o de emprendimientos.
Ese sentimiento lleva a ese sector de la población a apostarle a un cambio hacia un nuevo estilo de gobierno, pues creen que al final no tienen nada que perder y por el contrario les permite abrigar la esperanza de mejorar sus condiciones de vida.
La calculada estrategia electoral de Petro no sólo se limita a su incoherente discurso. También se refleja en su accionar proselitista mediante alianzas con impensados sectores políticos liderados por personajes que hasta hace muy poco eran sus acérrimos contradictores ideológicos. Concomitante con esa acción, también ha propiciado reuniones con reconocidos líderes empresariales en lugares privados y clubes sociales de diferentes ciudades del país, buscando contagiarlos con sus principios políticos y capturar incautos -que existen en todos los estratos sociales- para potenciar su imagen y aumentar sus seguidores y consecuentemente su poder electoral.
La engañosa y desigual consulta que se realizará para supuestamente escoger el candidato oficial de la coalición o Pacto también hace parte de su estrategia para fortalecer su imagen de líder demócrata e incluyente, buscando atenuar su cuestionada imagen mesiánica y sus frecuentes comportamientos prepotentes.
Todos sabemos que el candidato definido es Petro, así lo han reiterado algunos líderes de esa coalición; sin embargo, se sigue adelante por el solo interés mediático de mostrar participación en un proceso de acuerdos para un gobierno diferente, entre representantes de una sociedad diversa desde las perspectivas ideológicas, étnica, política, social y de género.
Como parte de su estrategia, y en línea con su talante y su personalidad, Petro ha reiterado que haría cambios ambiciosos si llegare a resultar elegido, con profundas implicaciones económicas y sociales para todos, sin necesidad de pasar por el Congreso, ni como resultado de un consenso institucional, y para ello hará uso de decretos. De esa manera se anticipa a subestimar la representatividad del poder legislativo, que eventualmente también podría intentar con la rama judicial, lo que ocasionaría choques de poderes y podría afectar la gobernabilidad del país. Si ello llegare a ocurrir se apoyaría en las movilizaciones en las calles y plazas, calcando lo que hizo cuando fue alcalde de Bogotá.
Los colombianos estamos advertidos del riesgo que enfrentamos todos, incluidos sus fieles seguidores. Hay que tener mucho cuidado pues con esa estrategia del camaleón, que consiste en cambiar de actitud según las circunstancias de su entorno, para adaptarse a todas las tendencias, Petro intenta calmar los miedos y lograr así muchos más adeptos que lo lleven a la Presidencia.