“Siempre vivo parrandeando, muy alegre en mi pecho no florecen los pesares y me entrego por completo a las mujeres porque ellas son la fuente donde nacen mis cantares, mis canciones yo las hago con el alma, en mi lira nunca faltan melodías y me inspiro cuando llego a una parranda y veo en los amigos la expresión de la alegría, ay caramba todos gritan que parranda tan bonita, ay caramba todos gozan que parranda tan sabrosa”.
El aparte transcrito corresponde a la canción titulada ‘Qué parranda’ de la autoría de Sergio Moya Molina incluida por Jorge Oñate con el acordeón del consagrado ‘Colacho’ Mendoza en “el corte número uno del lado B”, el LP titulado ‘Campesino parrandero’, cuyo lanzamiento lo hizo la casa disquera CBS el 15 de julio de 1976, la cual he recordado a propósito del tema que ocupa nuestra atención.
El dos de febrero reciente pasado después de haber cumplido nuestra cita anual con la Virgen de Los Remedios acudimos como lo habíamos prometido a Demis a la ‘Parranda elegante’ en el Centro de Convenciones Anas Mai de la ciudad de Riohacha, y la verdad es que no me arrepiento de haber asistido, fue un punto de encuentro de amigos que comenzó con la excelente presentación de ‘Panguito’ Maestre, quien demostró una vez mas que tiene voz, afinación, bríos y buena puesta en escena haciendo de su presentación una grata sorpresa; cuando el hijo de Orangel terminó su toque le siguió un racimo de presentaciones de las cuales resulta difícil escoger cuál fue la mejor, porque ninguna tuvo que envidiar a la otra.
Antes de referirnos a los precitados protagonistas es bueno destacar el suculento bufet juiciosamente emparapetado en brillantísimos recipientes de electroplata dignos de las visitas de categoría, la familia Cardenal puso a disposición de la concurrencia un cerro de arroz verde con caprichosos trocitos de legumbres no identificadas, royos de carnes bañados con una salsa de color oscuro pero deliciosa sin que por ello haya dejado yo de añorar el achote y el vinagre criollos, toleticos de pescado en forma de patacón pisao, crocantes y pasados por aceite sin saturar, canillas de pollo criado en patio, en galpón y con maíz jojote delicadamente horneadas en horno de barro y bien aliñadas en sus coyonturas que de lejos se notaba que fue preparado por una mujer enamorada, y la tapa de la cajeta fue un vasito relumbrante ataviado con una cintica dorada que contenía un postre en cuya preparación no tengo la menor duda que participaron manos de muchachas de Monguí.
El plato fuerte vino después porque lo que comenzó como un espectáculo normalito, terminó convertido en un encuentro de compositores con la presentación de Marciano Martínez, quien a pesar de su evidente afectación en la voz hizo el mejor esfuerzo por agradar haciéndonos recordar a todos la mejor época del Cacique, interpretando sus más recordadas canciones; igual nos deleitó Aurelio Núñez con su catálogo de canciones exitosas y con vocación de permanencia incluyendo la que más me gusta: ‘Te regalo mis triunfos’.
Como si lo anterior no fuera suficiente, ‘Chiche’ Maestre demostró una vez más que así como buen acordeonero –que una vez derrotó al cocha– también sigue siendo uno de los mejores compositores de la música vallenata, todos disfrutamos a plenitud su demostración de habilidad poética y perfectas melodías rememorando canciones, como ‘A una sirena’, ‘Ahí Vas paloma’, ‘El verdadero culpable’, ‘Los adioses de mi vida’, ‘Confidente peregrino’ y ‘Que siga la fiesta’, entre otras, aquello fue emocionante, y remató su concierto que tuvo ñapa además cantando a dúo con Adanies de Jesús, hijo y prolongación de la existencia de ‘El cantor de los indios’, quien perdió la vida en la plenitud de su primavera.
Capítulo aparte merecen Osmel Meriño con ‘El Pade Vence’, quienes mostraron su experiencia y su jerarquía con un repaso musical grato al recuerdo. Gracias Demis Pacheco.