Deploramos el fallecimiento de una de las personas más descollantes y meritorias de La Guajira, el exgobernador Rodrigo Dangond Lacouture. Además de haber sido un agricultor y ganadero en una región y en un país en donde se necesita ser quijote para serlo, en un sector al que desde hace rato los gobiernos le dieron la espalda, fue un destacado líder gremial, un fogoso y diligente parlamentario.
Tuve el privilegio de ser su amigo y de compartir momentos cenitales de su travesía como servidor público y ello me permitió ser testigo excepcional de sus ejecutorias, razón que lo llevó a él a pedirme que le prologara su obra, que ahora se convierte en su testamento político, mis debates con sed de justicia, en la cual los compila dando cuenta de su paso por el Congreso de la República. Bien dijo Georges – Louis Leclerc, que “el estilo es el hombre”. El estilo de Rodrigo era frentero, “pechador” le decían muchos, pero conciliador, altivo pero sin arrogancia.
Su partida representa para La Guajira y para el partido Conservador, que tuvo en él uno de sus más caracterizados dirigentes, una pérdida irreparable, pero nos deja un legado que lo trasciende a él, que fue un personaje sin tacha alguna, ejemplar y ejemplarizante, digno de imitar por parte de las actuales y futuras generaciones, sobre todo en los tiempos que corren en los que la política y los políticos han perdido la confianza y la estima de los ciudadanos.
El mejor homenaje que puedo rendirle a nuestro amigo Rodrigo Dangond Lacouture, no sin antes expresarle nuestras condolencias a su esposa y compañera de vida de todas las horas Beatriz Navarro, a sus hijos y demás familiares, es compartir mi Prólogo a su libro. ¡Paz en su tumba!
En el prólogo de su libro lo titulé ‘El líder’, diciendo lo siguiente: Es un honor para mí el que me ha dispensado mi amigo y paisano Rodrigo Dangond Lacouture, de prologarle el libro en el cual él hace un compendio de sus gestiones, realizaciones y posiciones asumidas en su desempeño como servidor público, primero como gobernador del departamento de La Guajira, por espacio de 11 meses y 18 días y luego como senador de la República. Frágil como es la memoria, hacía falta que él mismo dejara este testimonio para la posteridad, pues de lo contrario su gestión terminaría apolillada en los anaqueles oficiales cuando no en la bruma del olvido. Con esta obra se rescata una parte muy importante de la historia no contada de la Península de La Guajira y en ella habrán de abrevar las nuevas generaciones de estudiosos e investigadores para formarse un mejor criterio sobre una etapa, de las más fructíferas, de los cincuenta años largos de su vida político-administrativa.
Rodrigo desde siempre ha tenido fama de, como se dice coloquialmente en La Guajira, “pechador”, para significar que es un hombre de armas tomar, que no se arredra, que no se amilana, que no se deja ningunear y alguien así se necesitaba que llegara a regir los destinos de La Guajira en momentos en que el Departamento tenía muchos desafíos por delante. Y él los supo encarar, con reciedumbre de carácter, con seriedad y decisión. Este agricultor frustrado por cuenta de la falta de asistencia, apoyo y estímulo a esta actividad por parte del Gobierno nacional, se convirtió en un ganadero próspero con una vocación de servicio a los demás que lo llevó a asumir la Gobernación. Él siempre ha concebido la política en función del bien común y el ejercicio del poder para servir y no para servirse de él.