Por Amylkar D. Acosta M
El 3 de noviembre el Gobierno de EEUU, presidido por Donald Trump, hizo oficial el cuarto Informe Cuatrienal de la Agencia Nacional de Evaluación del Clima, el primero bajo su mandato, el cual, por primera vez está avalado por la Academia Nacional de Ciencias, uno de los organismos más competentes y con mayor reconocimiento en cuestiones medioambientales en el mundo. Dicho informe, de 545 páginas, tiene como finalidad reportar periódicamente el impacto del cambio climático en los Estados Unidos y en su elaboración participan científicos de 13 agencias federales especializadas. Según sus autores, este es “uno de los dossiers científicos sobre el cambio climático más completos de cuantos se hayan hecho”. Según el mismo “la evidencia del cambio climático abunda, desde lo más alto de la atmósfera hasta las profundidades de los océanos”.
El calentamiento global es una realidad y como es obvio de toda obviedad, los EEUU no escapan a sus devastadores efectos. Llama la atención este informe sobre el hecho cierto de que la temperatura promedio en los EEUU ha aumentado “rápida y drásticamente” desde la década de los 80 del siglo XX y que, además se hayan registrado en las décadas recientes las temperaturas más altas de los últimos 1.500 años (¡!). También acota este informe que está comprobado científicamente que son las actividades humanas, especialmente las relacionadas con las emisiones de gases de efecto invernadero, las principales responsables del cambio climático recientemente observado. En ello coincide con los reiterados pronunciamientos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas –Ipcc–.
Para el Gobierno de los EEUU no era fácil digerir este informe y más difícil aún impartir su aprobación para que el mismo fuera liberado y publicado tan profusamente como lo dispone la Ley. Este informe fue presentado al Gobierno con la suficiente antelación, para que la EPA y 12 agencias más lo pudieran aprobar antes del 18 de agosto, fecha límite esta para hacerlo. Más, sin embargo, desde entonces el Gobierno se venía haciendo el de la vista gorda y después de un largo mutismo por fin, se resolvió romper su silencio y sacó el informe del congelador en donde lo tenía engavetado. El mundo quedó atónito, pues lo tomó por sorpresa esta decisión, que no debe extrañar después de conocer los bandazos que han caracterizado a la administración Trump.
Increíble, pero cierto. Contra todos los pronósticos, la Agencia Estadounidense de Protección Ambiental (EPA, por su sigla en inglés) terminó avalando este informe, cuyas conclusiones, así como las medidas que recomienda, contradicen de cabo a rabo las afirmaciones de Trump, para quien “el cambio climático es un invento que pretende proteger la naciente industria china, perjudicando la industria americana. Este fenómeno no está demostrado y no tiene un sustento real”. Y también a Scott Pruitt, quien, ya como director en funciones de la EPA, manifestó no estar “de acuerdo en que la actividad humana sea un contribuyente primario al calentamiento global que vemos”. El dubitativo Pruitt ya lo había dicho en un artículo suyo publicado en National Review a comienzos de este año: “los científicos siguen en desacuerdo sobre el grado y el alcance del calentamiento global y su conexión con las actividades humanas”.
Como lo advierten en The Washington Post los periodistas Chris Mooney, Juliet Eilperin y Brady Dennis, el hecho de que este informe haya visto la luz, sólo “demuestra que los científicos federales han continuado escribiendo documentos y publicando informes sobre el cambio climático, incluso cuando las personas designadas por razones políticas han alterado la redacción de los comunicados de prensa”.
De manera alguna el hecho de no vetar o censurar el informe es indicio de que Trump haya cambiado su postura frente al cambio climático. El Comunicado oficial dado a conocer por el portavoz de la Casa Blanca RajShah es la prueba al canto de ello, utilizando expresiones propias del negacionismo del cambio climático y en un lenguaje alambicado y sibilino trata de salirse por la tangente. En él se lee que “el clima ha cambiado y siempre está cambiando” y extrae con pinzas de su contexto una frase del Informe para sostener que “como dice la Evaluación Nacional sobre el Clima, la magnitud del cambio climático futuro depende significativamente de la incertidumbre restante en la sensibilidad del clima de la Tierra a las emisiones de gases de efecto invernadero”. ¡Sí, pero no!