Siento mucho la partida de mi ilustre e ilustrado profesor y amigo Jorge Eduardo Cock Londoño, un ser excepcional y de aquilatadas calidades personales e intelectuales, con un gran prestigio ganado en franca lid a lo largo de sus años dedicados a la docencia, a la investigación, a la empresa privada, como servidor público de una probidad diamantina y en sus últimos años dedicado a ejercer un liderazgo socioambiental, siempre preocupado por la suerte de su país, al que sirvió sin cálculos ni mezquindades.
Se preciaba y ufanaba de ser “el celador del planeta” y a fe que lo fue, sus columnas en el diario El Tiempo y en el portal Las 2Orillas dan buena cuenta de su compromiso con la causa ambientalista.
Economista de profesión, egresado de la Facultad de economía de nuestra Alma Máter, la Universidad de Antioquia, de la cual fue posteriormente profesor. Yo tuve el privilegio de tener como profesores a dos eminencias del intelecto, a él en la introducción a la economía y al también fallecido Carlos Gaviria Díaz en introducción al Derecho. Recibí de él mis primeras nociones y rudimentos de la economía, la ciencia lúgubre de la que hablaba Carlyle, a través de su cátedra de Cultura económica básica en mi primer semestre de economía, teniendo como texto de referencia la obra cumbre del Nobel de Economía 1970, Paul Samuel, curso de economía moderna, lo que me llevó a abrazar desde entonces la escuela del keynesianismo.
Pero mi relación con Jorge Eduardo y mi admiración por él trascendió la del alumno y el profesor para trabar una amistad que se mantuvo hasta el final de sus días. Cuando no era yo quien lo llamaba para escuchar sus sabios consejos y sus enjundiosos conceptos era él quien lo hacía indagándome sobre mi postura a propósito de la marcha de la economía y sobre el curso de proyectos tan controvertidos como el de La quebradona en el municipio de Jericó (Antioquia). De él podría decirse que, al igual que el Cofrade Alfonso Palacio Rudas, no tragaba entero.
Cómo no recordar su paso por la gerencia de Carbocol, empresa estatal que se asoció con Intercor, filial de la multinacional Exxon para explotar el yacimiento de El Cerrejón en mi tierra, La Guajira.
Él, junto con el entonces ministro de Minas y Energia Carlos Rodado Noriega, fue protagonista de la declaratoria de comercialidad de dicho proyecto en el año 1982. Así despuntó en Colombia la actividad extractiva del carbón a gran escala, hasta convertir a Colombia en un jugador en las grandes ligas del mercado del mineral y este en el segundo renglón de exportación y generador de divisas para el país.
El avezado profesor, quien, además, se desempeñó como representante de Colombia ante el Banco Mundial, se desempeñó después, en la administración Samper, con lujo de competencia, como ministro de Minas y Energía. Desde entonces se convirtió en un obligado referente en el país en cuanto a las políticas públicas en este sector de la economía y en una voz autorizada y escuchada con respeto en los medios académicos.
Como tuve ocasión de expresárselo a su esposa y compañera de vida Beatriz, el deceso de Cock Londoño constituye una pérdida irreparable para Antioquia, que lo tenía en tan alta estima y para el país todo. Nos enseñó el apóstol de la democracia José Martí que “la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida” y este es el caso de nuestro apreciado amigo y contertulio de todas las horas Jorge Eduardo, a quien vamos a extrañar y nos va a hacer mucha falta, su inteligencia y su sapiencia la vamos a echar de menos.
Ello es tanto más cierto en tanto que fue un gran pensador. Pese al agobio de su quebranto de salud, mantuvo hasta el final esa enorme capacidad de análisis y discernimiento que nunca lo abandonaron. Él, como los barcos que se hunden en medio del fragor de la batalla, en su caso por su vida, se nos fue con las luces encendidas.
Van para su esposa Beatriz y sus hijos Clara, Nicolás y Catalina, nuestras más sentidas condolencias. ¡Paz en su tumba!