Confieso que abrigaba con gran optimismo y positivas expectativas el inicio de un mejor devenir para La Guajira con la elección del gobernador Nemesio Roys para el periodo de cuatro años que inició el 1 de enero de 2020. Lamentablemente no ha sido así, pues al completar 18 meses de su mandato, el Consejo de Estado emitió un fallo de última instancia que declaró nula su elección por incurrir en hechos que configuran una violación a la norma sobredoble militancia. A pesar de la naturaleza del fallo y luego de ejecutoriado 48 días después de su emisión, los apoderados de Roys interpusieron una tutela ante la Sección Segunda del mismo Consejo de Estado, con la pretensión de invalidarlo y como consecuencia continuar en el cargo, extendiendo aún más la indeseable situación de ingobernabilidad actual.
Mi optimismo tenía como fundamento el magnífico perfil que exhibe Roys, con las competencias apropiadas, dadas su formación académica, su reconocida experiencia en el desempeño de cargos públicos de alto nivel y su relacionamiento con entidades del gobierno nacional, claramente superiores a las de anteriores gobernadores, también destituidos por otras causas, posiblemente más graves. Sin embargo, esa trayectoria no impidió que incurriera en errores elementales contra la mecánica política y electoral consagrada en la ley, que no perdonaron sus opositores.
Son errores que tienen un costo muy alto para la sociedad de La Guajira, y para él, como político y gobernante, que no tuvo la capacidad de visualizar para evitarlos. En la práctica se están esfumando las posibilidades de hacer realidad el sonoro eslogan de campaña “unidos por el cambio”, sin desconocer los anuncios que se han hecho sobre nuevos proyectos con impacto social en este territorio.
El costo para la sociedad de La Guajira se materializa en la continuidad de sus frustraciones por el atraso secular en la solución de sus apremiantes necesidades y por la falta de oportunidades para mejorar sus ingresos, ya sea a través de posibilidades de empleabilidad o de mejores opciones para el desarrollo de emprendimientos, que le permitan mejorar su la calidad de vida. Cuanto más se demore la solución a la ingobernabilidad actual –que viene enquistada desde hace más de 12 años– más se demorará en llegar ese anhelado escenario de mejores oportunidades para todas las comunidades de La Guajira.
A pesar de la triste realidad que contribuyeron a crear, muchos dirigentes políticos tradicionales, y sus descendientes, se están movilizando tácticamente y con celeridad para escoger candidato y acordar las estrategias y complicidades orientadas a obtener la mayor votación posible en la inminente elección atípica que se avecina para elegir el nuevo gobernador –si el Consejo de Estado no define otra cosa–, en un contexto complejo y lleno de dificultades. Ojalá los compromisos, políticos y financieros, que adquiera para hacerse elegir, le permitan al nuevo gobernador realizar obras y proyectos que contribuyan al bienestar de la población. Con frecuencia se escucha que La Guajira está sobrediagnosticada. Y esa es una realidad.
Lo que se requiere entonces es conformar un equipo humano, con las capacidades técnica y administrativa apropiadas, con participación de los jóvenes profesionales, donde haya personas con claro liderazgo político y social, capaces de actuar en forma transparente y poniendo los intereses colectivos por encima los intereses particulares o partidistas, para gestionar en forma decidida la implementación de una hoja de ruta con las soluciones recomendadas en los múltiples estudios realizados.