Los resultados de la primera vuelta de la elección presidencial mandaron un mensaje contundente: el cambio es ahora. Las palabras de Fabio Valencia Cossio cuando se posesionó como presidente del Congreso de la República fueron premonitorias: “O cambiamos o nos cambian”.
Y como no cambiaron los cambiaron. El resultado fue arrasador. El 68.5% de los ciudadanos votaron por el cambio en contra del continuismo, contra la corrupción y las falsas promesas.
Vencedor en la primera vuelta presidencial y victorioso en el balotaje de la segunda, Gustavo Petro Urrego se erige en el cuarto presidente de la República oriundo del Caribe colombiano después de Juan José Nieto, Rafael Núñez y José María Campo Serrano, en su orden. Es también la primera vez que resulta electa como fórmula vicepresidencial una mujer afro, de la Colombia profunda, símbolo de la resistencia y auténtica representante de los nadie del escritor uruguayo Eduardo Galeano.
Ya en la primera vuelta el electorado se había pronunciado inequívocamente a favor del cambio y optó por el que propuso el Pacto Histórico. El primero en reconocer su triunfo fue su contendor hasta la víspera, Rodolfo Hernández, quien en una declaración que lo enaltece llamó al presidente electo “para felicitarlo por el triunfo y ofrecerle mi apoyo para cumplir las promesas de cambio por la que Colombia votó”. Por su parte, el expresidente Álvaro Uribe se pronunció y manifestó con una gran dosis de sindéresis y realismo que “para defender la democracia es menester acatarla. Gustavo Petro es el nuevo Presidente. Que nos guíe un sentimiento: Primero Colombia”. De hecho el presidente Petro invitó al expresidente Uribe y este aceptó reunirse para dialogar en torno al que podría ser un Acuerdo sobre lo fundamental, como lo planteó en su momento el inmolado dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado. Ello es un buen presagio, así como la consolidación de la coalición de gobierno en el Congreso, que ya supera las mayorías necesarias para su gobernabilidad.
Por su parte Petro, en su primer discurso después de los resultados que arrojó el preconteo de los votos a boca de urna que lo dieron por elegido, le tendió la mano a sus adversarios y reiteró su propuesta de un Acuerdo Nacional, con el objeto de restañar las heridas dejadas por la contienda e hizo un generoso llamado a la unión en la diferencia. Ello, además de plausible, resulta de la mayor conveniencia para el país y para el buen suceso de la gestión de gobierno en el próximo cuatrienio (2022 – 2026). Bien dijo el expresidente de los Estados Unidos John F. Kennedy que “se puede ganar con la mitad, pero no se puede gobernar con la mitad en contra”. Además de que, como lo afirmó el excanciller chileno Gabriel Valdés, “en el sistema democrático el que ganó no puede destruir al que perdió, ni el que perdió puede hacer invivible la Nación tratando de destruir al que ganó”, sin llevarse de calle las instituciones democráticas del país.
En su primer discurso después de su elección, Gustavo Petro, para despejar y disipar dudas sobre sus reales intenciones y marcar distancia con el execrado Socialismo del Siglo XXI, fue categórico en afirmar que “vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia. No porque lo adoremos, sino porque se trata primero de superar la premodernidad en Colombia”. Fue más lejos al afirmar que “no se puede redistribuir sin producir”, ¡así de claro! Si lo interpretamos bien, su apuesta es por el denominado por el Nobel de economía Joseph Stiglitz, Capitalismo progresista, “sustentado en una comprensión clara de los elementos que fomentan el crecimiento y el bienestar de la sociedad, que nos ofrece una opción para salir del lodazal y mejorar la calidad de vida de la población”. (Continúa mañana).