A propósito del fallecimiento de Nólida Esther Acosta Bolaño (familiarmente, ‘La Ona’) el viernes 18 de diciembre, y estando próximos el año nuevo va a hacer evidente que nos hará falta uno de los productos más emblemáticos de la cocina local, departamental y regional: las arepuelas.
La idea original de este manjar criollo surgió de las hermanas Bolaño Rodríguez en Villanueva (Magdalena) a partir de 1951 en el marco de la bonanza algodonera. En la búsqueda de medios para criar y educar sus hijos, Juliana inicialmente experimentó la elaboración de un derivado del maíz molido de lo que genéricamente se llamó en la zona bananera arepa frita. Colocó el puesto de venta debajo del frondoso ceibote de Villanueva en la carretera (calle real) para aprovechar la circulación de las personas que entraban y salían del pueblo así como del vecindario que se desplazaba muy temprano a adquirir los insumos para preparar el desayuno, almuerzo y comida del día a día.
Después de 5 años, dejó en manos de su hermana Luisa el negocio de elaboración y venta de la versión mejorada de lo que son hoy las arepuelas y el hirviente tinto hecho con borra que se renovaba con las papeletas de Café Almendra Tropical y panela.
Cuando el gobierno militar construyó en 1958 el mercado en el sitio donde se encuentra hoy, se trasladó la mesa, la paila, la varilla, los anafes con carbón vegetal para freír las arepuelas de dulce y las arepa de huevo elaboradas con una técnica única a nivel nacional. A diferencia de las que se producen en el municipio de Luruaco (Atlántico) donde hacen un festival todos los años, –incluyendo presentaciones de arepas con carne molida–, así como en los demás municipios del departamento de Bolívar, Sucre y Córdoba, las patentadas por Luisa Bolaño batía la clara y la yema del huevo con sal e introducirla esa mezcla en la base de la arepuela para volver a dorarla en aceite muy caliente de forma que quedara semitostada con denominación de origen villanuevero.
En 1991, por consenso familiar que lideró su hijo menor Jesús fue retirado contra su voluntad del servicio que prestó durante más de 40 años a Villanueva, la provincia guajira, el Magdalena grande y el Caribe colombiano. Todos los que probaban las arepuelas de Luisa Bolaño eran los mejores embajadores y embajadoras de esa ambrosía de la culinarias local y se constituía en razón para el retorno a la tierra a desayunar con las crocantes arepuelas de maíz pilado y molido manualmente en cantidades promedios de diez y ocho libras de masa semicocinadas diarias.
Antes de retirarse y de su muerte, la matriarca Luisa le transmite el secreto de su saber y los sabores de las arepuelas a su hija Nólida (‘La Ona’) para continuar con la tradición familiar, guarda su legado y honrar su memoria por 25 años más. Traslada el punto de venta y vuelve a la carretera donde comenzó su madre con el plus de la avena helada para complementar el maridaje del líquido refrescante con el sólido caliente de la masa de maíz aliñado con azúcar y sal.
Fallecida ‘La Ona’ (Nólida), nos preguntamos: ¿Termina la tradición los próximos primeros de enero de iniciar el nuevo año consumiendo la correspondiente arepuela con el sabor típico que les imprimió Luisa Bolaño por más de cuatro décadas?
En el entretanto, sea la oportunidad para desear a todos un año nuevo con la esperanza de superar esta calamitosa situación sanitaria que nos ha agobiado durante el 2020.
Gracias por leer y comentar las 30 columnas que escribimos y publicó Diario del Norte desde el mes de mayo con el propósito de contribuir a encontrar caminos para superar los problemas de Villanueva, La Guajira y la región Caribe en el primer año de los nuevos gobiernos territoriales.
Saludable y venturoso 2021.