Por Azael Jesús de Ramírez
Maravillosa tierra de acogida, bien aislada del resto del mundo y verosímilmente, su más importante aportación humana del Noroeste del Asia, en la época de los cazadores, recolectores asiáticos, que pasaron sin darse cuenta de un mundo a otro.
Carentes de vocación marítima, fundaron aquí un universo terreno de grupos humanos, tribus y pueblos vueltos hacia realidades de su nuevo mundo geográfico.
Pero la intrepidez del hombre no admite fronteras. Hubo temerarios que se aventuraron hasta aquí (Suramérica) a un mundo aislado, escondido, fue abordado por una larga serie de hombres sin miedo, protagonistas de una extensa serie de aventuras anónimas, individuales que desarrolló desde la antigüedad cartagineses, vikingos, israelitas perseguidos políticamente por hombres poderosos de sus tierras de origen.
Salomón, el rey hebreo (996-926 antes de nuestra era), llegó a ser uno de los reyes más ricos de su época, gracias a las relaciones comerciales que mantenían con Arabia por intermedio del rey Hiran de Tiro (969-936) su asociación. El rey Salomón construyó una factoría para el procesamiento de metales, en la desembocadura del Éufrates que da salida al Mar Rojo, con miras a su principal misión de construir el Templo de Jerusalén.
Los fenicios, grandes navegantes y expertos en cabotaje aprovechaban las corrientes marinas para emprender largos viajes a través del Atlántico. En esos navíos, Hiran envía marinos de su flota, que conocen bien el mar en colaboración de los hombres de Salomón. En una de esas incursiones llegan al Brasil, a lo que denominan ‘Islas de Jot’ o ‘Isla de Hierro’. Allí descubren ricos yacimientos de oro y piedras preciosas que llevan al Rey Salomón. Así, Salomón es el primer explotador extramericano de las riquezas del Nuevo Mundo.
Los fenicios recorren el Brasil, Venezuela, Colombia y el Perú.
Las grandes riquezas que posee el Templo de Jerusalén y la de los Faraones fueron extraídas de estas regiones arriba anotadas; y de Cfir que se encontraban en el África Sur, y Tarsis, puerto litoral español.
Todas estas regiones se constituyen en una importante escala secreta para toda navegación de los fenicios hasta que Colón las descubre y les da publicidad.
Los fenicios en sus temerarios viajes dejaron huellas indelebles de sus andanzas en signos alfabéticos en la Piedra Pintada (en el río Paraná, Brasil), en el Orinoco, Venezuela y en Colombia que son verdaderos mensajes.
Hace aproximadamente treinta años cuando viajaba a Uribia a escribir la monografía del municipio, me hice muy amigo de ese ilustre y gran escritor y poeta Glicério T. Pana Uriana (q.e.p.d), muy conocedor de las tradiciones y cultura wayuú. Glicerio Tomás Pana Oriana, según sus propias palabras, acompañó al capitán Eduardo Lodoños Villegas a la fundación de Uribia en 1935.
Una tarde soleada charlábamos animadamente en su humilde choza de yotojoro mientras se mecía en su chinchorro que invitaba al reposo. Me contaba ‘El Cacique’, que en el Valle de Alá al norte de la Serranía de Jarara, existen grabados en piedra a manera de símbolos. Esos símbolos no los hicimos nosotros los guajiros, dijo, quizás quién los haría… Esos símbolos cuando nuestros antepasados wayuú debieron llegar a La Guajira un poco antes de las conquistas europeas: probablemente hacia el comienzo del siglo XIV, nuestra lengua de origen Arawuak, hace suponer que vinieron del Orinoco. Más tarde esos símbolos los adoptamos como marcas o hierro para marcar el ganado de los diferentes clanes que conforman nuestra cultura wayuú.
En recientes investigaciones arqueológicas, hemos sospechados que los símbolos del Valle de Ala en la alta Guajira y los signos y pinturas rupestres en las cuevas de Hatonuevo, son fenicias.