Por Martín Nicolás Barros Choles
¿De qué sirve un sofisma de paz, quimera? La paz requiere: de voluntad y desprendimientos radicales, personales y grupistas; de participaciones indiscriminadas y excluyentes, por no tratarse de un derecho exclusivo y de beneficios compartidos. La paz se garantiza: con justicia legal, equitativa, social y hechos de buena fe. Donde no hay justicia y predominan los intereses particulares, políticos, personales, el abandono social, el inconformismo, la indiferencia colectiva, la insolidaridad, en defensa de derechos e intereses, generales y las amenazas, a los contradictores y cuestionadores, provocando intimidaciones y generando miedo, nunca habrá paz. ¿Para qué emocionarnos con el espejismo de la paz?
No es que sea pesimista, sino realista. Con administraciones de justicia, implicadas en graves escándalos de corrupción, partidos políticos torcidos y desacreditados, que giran al vaivén de las circunstancias, de conveniencia y la criminalidad; constituyen causas, para demostrar, que nos falta mucho para consolidar la paz globalizada. Se necesita transformar y tecnificar, la educación, comenzando desde preescolar hasta superior. Facilitar vivienda y medios de trabajos, remunerados para amparar, la manutención familiar y practicar, la cultura anticorrupción.
A propósito del proceso de Paz en Colombia, entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y la organización guerrillera Farc, en curso con el ELN; debe ser objeto de apoyo, antes que saboteo, así adolezcan de diferencias puntuales y errores, subsanables. En igual forma, como se plasmaron con otros de paz, con organizaciones guerrilleras y las AUC paramilitares, que suscribieron acuerdos con virtudes y defectos; pero se han materializado, conjuradas las operaciones bélicas y hostiles. Es importante, lograr que se desmonten, las estructuras militares, deponiendo gran parte de las armas, con las intenciones de cambios concertados, en reinserciones hacia la vía civil. El segundo desarme, es desvanecer, los sentimientos revanchistas, odiosos y vengativos; para trascender a los asentamientos pacíficos estabilizantes, para consolidar las exigencias, condiciones y promesas; que se suscriben en los acuerdos de paz, que nunca se cumplen a cabalidad, ni en forma total; no debe ser motivo para amenazarla, torpedearla, ni claudicarse. La comprensión, el diálogo y el entendimiento deben prevalecer para mantener las comunicaciones y relaciones cordiales y armónicas, que contribuyan vivir en paz, mejorando los desfases y las diferencias, con proyecciones y construcciones de obras y hechos positivos que generen progreso y desarrollo.
La paz no debe ser un campo de disputa, sino un derecho natural saludable, que a los seres humanos, nos asiste conservarla y defenderla por nuestro bienestar, participando, interviniendo, apartando e ilustrando ideas y medios útiles que sirvan para encender la llama que nos ilumine para reflexionar, disipar y emprender; las acciones pertinentes para hacer posible la paz, alejando los espantos endemoniados, que persiguen las guerras, en procura de provecho personales, a costa del terrorismo, intimidaciones y ejecuciones; selectivas y colectivas.
Las Farc están inconformes porque no se cumplen los acuerdos pactados, en La Habana – Cuba, al pie de la letra y el Centro Democrático, en alianza con los sectores conservadores y de derecha, anuncian que harían trizas las leyes y actos legislativos, que convalidan los acuerdos. ¿Cuándo podremos lograr paz de esa forma? La paz no puede mantenerse en condiciones subjetivas, ni pretensiones radicales, sectarias, caprichosas y temerarias.
Como está la situación sobre la paz, a los colombianos en nada nos convendría alinearnos a ninguno de los dos extremos políticos. Más bien marginado de conflictos y disputas, de manera neutral, en las próximas elecciones de Congreso y Presidencia. Un Gobierno en poder de los extremos, izquierda o derecha, no sería nada conveniente, ni de una, ni de otra parte, por rivalidades agrestes, sometimientos y persecuciones; originando reacciones, de confrontaciones, conflictos y disputas armadas, suficientes para desbaratar el proceso de paz que tanto anhelamos. Necesitamos un Gobierno moderado, que maneje imparcialidad con los partidos y organizaciones políticas, a fin de mediar las diferencias de polos opuestos radicales.
De ahí que no debamos dejarnos embriagar y arrastrar de las pasiones y emociones en este país polarizado y afectado por la corrupción, con responsabilidad atribuida a los poderes públicos y órganos de controles. Repetir con quienes notoriamente nos han causado daños y perjuicios, no podrían considerarse víctimas sino cómplices del victimario corrupto, que poco o nada le interesa la paz, sino el beneficio personal. La armonía, cordialidad, respeto a las diferencias y libertades, la buena fe, la solidaridad y la justicia social; condimentan la paz.