En estos días en que la vida pareciera detenerse en el balance, en los que se escogen los personajes del año, se distinguen las metas alcanzadas y se prometen los desafíos y retos para el calendario que inicia, imposible dejar de lado el Puente de la quebrada Moreno, distante 54 kilómetros de Riohacha, la capital.
Este pasaje en jurisdicción del corregimiento de Villa Martín, resistió la historia pero no los embates provocados por los fenómenos climáticos que aumentaban el caudal en tiempos de lluvia y le imponían una furia inusual a esta quebrada tributaria del Ranchería. Poco a poco fue deteriorándose sin ningún tipo de mantenimiento, hasta que colapsó su estructura y en consecuencia se habilitó un tramo alterno para garantizar la movilidad entre la capital, el sur del departamento de La Guajira y Valledupar.
Quienes transitan por la destartalada vía que conduce de Riohacha a Cuestecita en el tramo de menos de 30 kilómetros que empalman el lugar conocido como la Florida con el corregimiento de La Arena, deben estimar precauciones que eviten daños menores en los vehículos como la pinchada de una llanta, hasta los extremos volcamientos y choques por registros de velocidad no permitidos e imprudencia en las precarias condiciones de la vía. Los huecos en su mayoría se atribuyen al paso de vehículos pesados cargados de carbón provenientes de la mina del Cerrejón y cuyo destino son los puertos sobre el mar Caribe.
El Fondo de Adaptación comprometió con el departamento del Magdalena la reconstrucción del puente sobre el río Guachaca en la Troncal del Caribe entre Riohacha y Santa Marta. La obra se inició en el año 2015 y se entregó a comienzos de 2017 con una inversión de cuatro veces el costo del pequeño puente sobre la quebrada Moreno. No es objeto de comparación la importancia de las vías, esto no se somete a juicio ni discusión; lo que no se explica es el retardo en la ejecución sin precedente ni justificación.
Once muertos y 20 heridos fueron necesarios para que la Procuraduría Judicial, Agraria y Ambiental de La Guajira interpusiera una acción popular en el año 2015 que obligara al Departamento a adelantar los estudios y abrir el proceso de contratación de la obra. Entre tanto, líos judiciales, electorales, fiscales y penales iban tumbando como puentes a varios gobernadores; igual suerte seguía el alcalde de la capital, imponiéndole el record épico de ser el viaducto corto con más años de construcción bajo la potestad de gobiernos interinos en la historia de Colombia.
Este fragmento de historia reciente, nos dice de qué estamos hechos. Las evidencias de este monumento sumario de la desidia, del poco aprecio por los sagrados recursos públicos, este gesto de irresponsabilidad con la vida de los demás a cargo de quienes administran los recursos de todos en cabeza de los protagonistas de la crisis guajira que se siguen reeligiendo como si al hacer las cosas mal, garantizaran el pasaje necesario para mandar, para tener el sartén, usando guantes desechables que se cambian en cada periodo, mientras los otros van a dar a la caneca del olvido o por defecto a la cárcel.
No contentos con ello, como en una pasarela de 30 metros de longitud por 10 de ancho, desfiló a finales del 2018 quien estuviera al frente de la Gobernación en calidad de encargada y en representación del sector político que lleva mas del lustro que duró en construirse el puente. Como una diva reivindicando en sus redes sociales, la “emoción y satisfacción de haberlo hecho” posando elegantemente en la nueva baranda de la obra pública, aun sin inaugurar. En definitiva, quien no tiene memoria, menos le importa tener vergüenza.