Los textos de historia nos dicen que en 1856 Mariano Ospina Rodríguez fue el primer presidente de Colombia elegido por el voto directo, gracias a la Constitución de 1853. Ese importante desarrollo democrático le permitió a ese reconocido líder del partido Conservador desempeñarse como primer mandatario de los colombianos entre 1857 y 1861.
En este 2022, por primera vez en la historia democrática de Colombia se ha elegido un presidente de la República con orígenes y formado en la izquierda, apoyado en principio por una coalición de partidos o movimientos representativos de esa ideología. Después de tres intentos, desde el 7 de agosto 2022, el presidente de todos los colombianos será Gustavo Petro Urrego, quien ha desarrollado su carrera política como uno de los líderes de ese sector del espectro político, en el que llegó a ser miembro activo del grupo subversivo M-19 y, posteriormente, una vez legalizada su situación, se convirtió en un protagonista de la historia política del país ejerciendo una férrea oposición a los gobiernos de turno ejercidos por los partidos tradicionales de derecha o del centro.
Transcurrieron más de 165 años para que un hecho de esa naturaleza ocurriera en un país con fuertes raíces y tradición conservadoras. Sin dudas, hay que reconocer que la compleja situación económica, social y ambiental, reflejada especialmente en la creciente pobreza y la desigualdad en una población cada vez más grande, con oportunidades de ingresos cada vez más reducidas, empujaron a amplios sectores sociales y políticos a promover y presionar el inicio del cambio del modelo económico y de gobierno que históricamente han liderado los sectores con orientación política del centro y de la derecha del espectro político. Lo que ha ocurrido en Colombia puede ser el inicio de una dinámica pendular en el ejercicio del poder, tal como ocurre en muchos países con probado éxito, especialmente en el continente europeo. Aunque hay que hacer énfasis en que no ha ocurrido lo mismo en Latino América, donde abundan las evidencias del fracaso de los gobiernos con perfil socialista o de izquierda.
Se utiliza la expresión “Ley del péndulo” para mencionar las oscilaciones que se producen periódicamente en las preferencias políticas y electorales de los habitantes de una región o país democrático, con ocasión de la elección de sus nuevos gobiernos, sean presidentes (o alcaldes de ciudades capitales), o los miembros el parlamento, según el régimen político que esté vigente –presidenciable o parlamentario–.
Esos desplazamientos pendulares ocurren cuando los ciudadanos electores se cansan o desilusionan de un líder o partido en el poder y entonces buscan en las fuerzas de la oposición la mejor opción, generando de esa manera el movimiento pendular en el que las expectativas políticas, económicas y sociales favorecen una determinada solución electoral con enfoque totalmente diferente.
Un denominador común es el hastío general, o de la mayoría de la población, con la forma de hacer la política de los partidos y líderes tradicionales, que no solo los ha llevado a insatisfactorios resultados en el mejoramiento de las condiciones de vida de la población, sino también a altos niveles de corrupción.
También ocurre con los gobiernos de izquierda –donde los ha habido– que han fracasado en su gestión de gobierno, presionados e inmovilizados por su populismo rampante, ofreciendo lo que no se puede dar, pues no disponen de los recursos requeridos para cumplir, y lamentablemente terminan manejando las respectivas economías de manera desastrosa y cayendo en casos de corrupción peores que los que ofrecieron erradicar.
Es evidente que la fortaleza de nuestra democracia dependerá del desempeño de unos partidos políticos fuertes, con principios y valores, que sean capaces de gestionar el aparato estatal para mejorar continuamente las condiciones de vida de los colombianos. ¿Retornará hacia la derecha el péndulo del poder político en Colombia en 4 años?