Todos tenemos el derecho humano y constitucional de creer o no en religiones como uno de los valores esenciales de la democracia. Cada quien organiza su vida según su leal saber y entender. Por tanto, nada de aspavientos con el desfalco consentido atribuido al activista fervoroso Gabriel Alberto Ferrer Ruiz en las inmediaciones de Sabanalarga, Atlántico. Nadie ignora que al amparo de la Constitución Nacional y del libre albedrío se han cometido múltiples transgresiones de fe.
No nos referimos a los llamados diezmos que se entregan voluntariamente por pertenecer a una congregación espiritual; muchas otras organizaciones establecen también cuotas para sus miembros. Existe un nuevo modelo de aportes en estos grupos que guarda parecido con las pirámides tipo Ponzi. Así, jamás habrá derecho a perseguir al autoproclamado profeta para reclamarle la devolución de los dineros con los que se dice, se alzó.
Dios se anuncia por los practicantes como omnipresente, por lo que cabe preguntar para qué confiar en un semejante a ellos mismos y entregarles el producido de sus bienes como si se tratase de una filial de la desaparecida DMG de David Murcia Guzmán.
El pecado de la simonía versión 2021. Traiga su dinero y compre un costal de salvación, denuncia que le costó a Martín Lutero su pertenencia al catolicismo cuando dijo esto mismo que hoy sucede al interior de muchos grupos teísticos. Hay que recordar cómo funcionaba la cosa dentro de la fe de Roma.
Los ricos podían hacer y deshacer con sus vidas, que si daban una donación a la Iglesia, el perdón de sus pecados era automático; o cuando mucho, pasaban por una instancia intermedia y temporal, el purgatorio, proceso inventado para disimular el descaro.
Sobre la omnipresencia de Dios tengo una anécdota que significaba la omisión del cumplimiento de su deber por parte de un funcionario del hospital donde laborábamos. Le comuniqué al anestesiólogo la necesidad de practicar una cirugía.
Para sorpresa me respondió que eso no sería posible dado que iría a su lugar de culto a orar. Dispuesto a que tan irresponsable excusa no prosperara le dije que según entendía, la máxima deidad del cristianismo era todo oídos, inclusive en el rincón más apartado de la Tierra.
Que en consecuencia tenía que dar la anestesia requerida y tan pronto el paciente estuviese estabilizado, él bien se sentara al lado de la máquina que le permitía cumplir con su obligación a satisfacer su deseo de meditar. Que el quirófano por muy cerrado que fuese hasta allí alcanzaban los tímpanos de Dios.
Temo a los fundamentalismos como a Satanás mismo, en especial a los religiosos y políticos. Parece una constante lo difícil que resulta la coexistencia pacífica en una familia donde solo uno de los cónyuges sigue lo que ahora llaman evangelismo.
Tal actitud tiene mi completo rechazo porque en lo personal provengo de un matrimonio de creyente y ateo, donde la religión era asunto de estricto consumo íntimo.
Nunca hubo presión para ninguna militancia ni espiritual o política, y conste que mi padre dentro de su agnosticismo absoluto fue uno de los alentadores de la construcción del templo católico del barrio en que residíamos porque convenía a la comunidad.
Lo básico es formar ciudadanos que respeten la ley laica, que a todos obliga por igual. Lo demás es voluntario hasta las últimas consecuencias, incluida la industria de la fe rentada.