Lo que ocurrió la semana anterior en el Gobierno Petro es más que una crisis, es un terremoto que no para; primero con los ministros y luego el escándalo de relación con narcos que salpica a su hijo Nicolás y a su hermano Juan Fernando.
Iniciemos con la polémica que ha desatado la salida de tres ministros, entre otras porque fueron notificados de manera inusual, en una alocución presidencial: Alejandro Gaviria (Educación), quien no alcanzó a desarrollar su proyecto educativo que era muy conveniente para el país, la verdad hay que decirla y es que Gaviria nunca fue bien visto por el petrismo enfermizo, ese que no comprende que para gobernar bien hay que hacerlo con los mejores; además es la cara visible de críticas a la reforma a la Salud, salió por la supuesta filtración de un documento, lo peor es que Daniel Coronel, quien publicó la noticia, aseguró que no fue Gaviria quien lo filtró, entonces, literalmente, el presidente lo sacó por un chisme. María Isabel Urrutia (Deportes), Petro deja una sombra de corrupción, sobre esta gloria del deporte nacional, quien le regaló al país la primera medalla olímpica, ojalá se vean las pruebas, de lo contrario, sería una tremenda injusticia. Patricia Ariza, como artista tiene todos los méritos, pero como funcionaria dejó dudas; el primer error fue nombrarla porque ya su tiempo pasó y esta cartera requiere energía, nuevas ideas y diligencia; de ñapa, no pudo lograr un encuentro con la Primera Dama, ella misma dijo en los medios de comunicación que había rumores de que no era del agrado de Verónica Alcocer, quien cada día muestra más poder, es obvio que maneja a su antojo, muchas cosas en el Gobierno.
Estos movimientos del presidente, en sólo 7 meses, dejan claro que no hay una ruta ni un plan; no se están hablando entre ellos. Ningún ministro da resultados en tan poco tiempo, si no confiaba en Gaviria no debió nombrarlo, si no creía en María Isabel Urrutia, tampoco debió llamarla y, si Patricia Ariza, no estaba a la altura del cargo, menos. Esto no ha terminado, se dice que el ministro Ocampo (Hacienda), ofreció su renuncia, está cansado de apagar incendios que otros avivan y Cecilia López (Agricultura), mamada con tantos inexpertos con ínfulas de estrellas en el gabinete ministerial, que no miden las consecuencias de sus declaraciones. Como si fuera poco, equivocaciones en nombramientos importantes, como la directora del Icbf, Concha Baracaldo; la viceministra de Minas, que también sacó trapitos al sol, en fin, un rosario de escándalos.
Si Petro no reacciona, el país sigue en picada, como lo dejó Duque. La verdad es que quienes pensábamos en un cambio, no imaginamos que Colombia cambiaría de la noche a la mañana, imposible con los niveles de desempleo, pobreza y narcotráfico. Pero sí esperábamos más del gobierno Petro, sin tanta improvisación, menos politiquero y más empático.
Para colmos, estalla otro escándalo aún peor, su hijo Nicolás y su hermano Juan Fernando Petro, en la mira de la Fiscalía por negociar con narcos, como Santa Lopesierra y corruptos, como el ‘Turco’ Hilsaca, que porquería. Petro quiere ser recordado como el gran reformista, pero si no ajusta sus movimientos, no logrará nada. Lo cierto es que el gobierno ya no está en tiempo de práctica, los 100 días pasaron hace rato y es hora de que se vea el liderazgo, porque ya la popularidad comienza a pasarle factura y como siga cayendo, lo hará también su gobernabilidad y quedará en manos de los partidos, su paquete de reformas se hundirá y Colombia regresará a manos de la derecha, no a la de Cabal, Polo Polo o ‘Fico’, pero ya vemos a un Germán Vargas Lleras calentando para el 2026 y puede ser una fórmula viable.