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El estetoscopio distrital es un dispositivo acústico que amplifica los ruidos, señales de vida para lograr su mejor percepción y por lo tanto la integración de diversos signos vitales de una ciudad paciente y postrada, que no se resigna a morir. El instrumento ausculta principalmente el corazón de sus gentes, el hervidero de sueños que la habitan, al igual que el nivel de oxigenación y la capacidad respiratoria de los pulmones verdes que la llenan de vida y diversidad. También palpa el borborigmo del abdomen y la forma crujiente como se digieren los padecimientos de la desnutrición física y emocional de un capital, cuya adultez carece de la ostentación y el señorío de las demás ciudades hispánicas del Nuevo Mundo.
Las manifestaciones recurrentes de la corporalidad enferma de la urbe guajira demandan más que el entendimiento y el chequeo por parte de la semiología médica. Requiere, con urgencia, de una intervención sistémica y analítica por parte del galeno burgomaestre y su cohorte de especialistas para diseñar, desde la consulta externa, las políticas, estrategias y proyectos que reanimen los signos vitales de la perla del Caribe. De no realizar una intervención oportuna, las finanzas distritales y su sostenibilidad serán invadidas por el cáncer de la desidia, la improvisación y el desorden que generó la mala praxis de otros cirujanos que la dejaron ad portas de ser remitida a un centro de mayor complejidad o en el peor de los escenarios, a un paso de la eutanasia institucional.
Por fortuna, para la paciente Riohacha, el conocimiento y el don de gentes llegan de redondo a la nueva administración distrital. Porque al Gobierno del médico de siempre, del médico de la gente, se le exige no sucumbir ante los retos que el momento histórico le impone. Debe entonces el alcalde, sin ambages y retóricas, generar espacios de coordinación y cooperación para la implementación del nuevo plan de ordenamiento territorial y la formulación de un plan de desarrollo aterrizado a las prioridades y jerarquizaciones y no dejarse llevar por las intervenciones estéticas y caprichosas de una dirigencia inoportuna, sedienta, necia en su actuar y acostumbrada a aplicar la acostumbrada receta: ‘los ibuprofenos y acetaminofenes del clientelismo y la corrupción’.
Es de especial menester para el señor alcalde, utilizar un estetoscopio Pinard para medir y palpar los latidos cardíacos fetales de una criatura en formación.
Un nuevo estilo gerencial que se gesta con un sello de seriedad y compromiso capital y que escuche a las comunidades de forma directa desde el vientre de los barrios, comunas y corregimientos que alumbraron al auscultante con un grito victorioso el pasado 29 de octubre. El gobernante, uniformado de azul celeste, tiene que volver al terreno, recibir anticuerpos sociales, realizar rondas nocturnas por la seguridad de sus pacientes y, sobre todo, articular a la fuerza pública para demostrar que el orden y la seguridad no están enfermas o maltrechas por los males que producen la hipertensión de la desesperanza, la hipoglicemia de la desconfianza, la anemia del desamparo y la ansiedad perturbadora de la paz mental de sus conciudadanos.
No debe olvidar el doctor que una de sus responsabilidades es liderar con su conducta y ejercer un comportamiento ejemplar en todos los actos personales en función de los propósitos que su cargo amerita. Pues bien, para lograr una ciudad sana y sostenible estamos seguros que el doctor Genaro realizará un diagnóstico y una intervención confiables. Para ello, además del instrumental quirúrgico, y con base en los ruidos de alta y baja frecuencia que emiten los complejos sistemas del distrito, es urgente que cuente con estetoscopios de campana y diafragma liso capaces de congregar todos los esfuerzos de la sociedad y de unificar los criterios de desarrollo requeridos por la patria del almirante Padilla.