Algunos segmentos de la humanidad algunas veces adoptan comportamientos ininteligibles. Una muestra de ello es la actitud negacionista y antivacunas que han seguido asumiendo frente al Covid-19, a pesar de los más de 204 millones de contagios y de los más de 4.4 millones de muertes que ha causado. Otra muestra es la actitud displicente frente al calentamiento global, a pesar de los cada vez más frecuentes y extremos fenómenos meteorológicos que genera, afectando a la humanidad. Con frecuencia se subestiman los reales y catastróficos efectos del calentamiento global, aun por parte de muchos líderes y gobernantes.
Desde hace varios lustros los expertos nos han advertido sobre el enorme peligro que representa el calentamiento global para la humanidad; sin embargo, el nivel de inconsciencia colectiva ha sido muy alto, lo que no ha contribuido a lograr un mayor compromiso para actuar en forma contundente y con la celeridad requerida, frente a esta terrible amenaza. Todos, sin distingo de ningún tipo, estamos amenazados y así como con nuestras actividades hemos contribuido a esta situación, también todos estamos obligados a aportar a las soluciones para reducir o eliminar sus causas.
El cambio climático es un complejo tema sobre el que los científicos aun tienen mucho que investigar y aprender. Lo que sí sabemos ya es que las emisiones de gases causantes del efecto invernadero han aumentado significativamente desde la década de 1850 de debido a las actividades humanas, como la quema de combustibles fósiles; esos gases provocan el calentamiento global al absorber el calor y atraparlo en la atmósfera. Cuando la temperatura aumenta, más agua de la superficie se evapora y asciende a la atmósfera, creando vapor de agua que en esencia es un gas de efecto invernadero que no permanece mucho tiempo en el aire y termina precipitándose a la superficie, luego de condensarse, liberando gran cantidad de energía que origina las tormentas, huracanes e inundaciones que destruyen vidas y la infraestructura existente.
Por otro lado, el calentamiento origina sequías más intensas, trayendo consigo incendios forestales más frecuentes y destructivos, dado que el aire caliente absorbe mas humedad de las plantas y de la tierra, degradando los ecosistemas y haciendo que sean más susceptibles a arder, y en consecuencia afectando la seguridad alimentaria. Otro efecto conocido del calor excesivo es el derretimiento del hielo de los polos y de las montañas, ocasionando el incremento del nivel del mar, lo que amenaza destruir ciudades y zonas costeras en el mundo y en nuestro país, tal como han mencionado recientemente los medios.
El objetivo principal fijado en el acuerdo de París, logrado en 2015, y que entró en vigor en noviembre 2016, promovido por las Naciones Unidas, de “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2°C con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de temperatura a 1.5 °C”, no ha mostrado avances concretos. Sólo recientemente, cuando las alarmas se pusieron en rojo, los gobernantes y líderes de los países más contaminantes han salido presurosos a anunciar planes de acción más estructurados para reducir sus emisiones netas a cero al 2050.
Estamos notificados: Si no se implementan estrategias efectivas, y planes granulares alineados a éstas, para reducir y eliminar gradualmente la producción de gases de efecto invernadero, el cambio climático continuará empeorando y causando mayores impactos catastróficos a la humanidad. Confiamos en que la COP26, a celebrarse en Glasgow en noviembre de este año, se conozca un más prometedor y transparente panorama frente a este colosal reto del cambio climático que enfrentamos.
Colombia tiene que ser protagonista en este esfuerzo colectivo mundial, aunque no pertenezca al grupo de los países más emisores de gases con efecto invernadero. Los habitantes del planeta tenemos que prepararnos para medir nuestras huellas individuales de carbono y de esa manera poder definir nuestras contribuciones a este esfuerzo.