El viernes anterior el presidente Iván Duque en su helicóptero fue víctima de un atentado, mientras aterrizaba en Cúcuta. En primer lugar, hay que condenar y repudiar este violento acto sobre el que se tejen muchas hipótesis; desde un auto atentado para victimizar al presidente y subir su popularidad, hasta hacerle disparos al helicóptero en tierra y sembrar fusiles en un monte, aunque en este país cualquier cosa puede pasar, existen algunas evidencias del momento que descartarían esta posibilidad, además de lo riesgoso que sería hacer esta maniobras en pleno vuelo. Pero también se estima que pueden ser sectores de ultraderecha militar que no están conformes con el manejo del país y ante un posible ascenso de la izquierda, quieren tomar el control con líderes más afines a su políticas de mano dura y sangre, no la veo tan acertada, pero también puede ocurrir.
Otra hipótesis asevera que pueden ser francotiradores enviados desde Venezuela por Nicolás Maduro y la nueva Marquetalia, es una opción no descartable. Sin embargo, la más probable es que grupos terroristas y guerrilleros, ligados al narcotráfico, en especial el ELN que ya le ha dado certeros golpes al gobierno, como los atentados a las bases militares y ahora al presidente, hayan intentado derribar la aeronave, por ahí sí puede ser el asunto, dado que Antonio García acaba de asumir como jefe máximo del ELN y sería un momento estratégico para enviar un mensaje de poderío y más si es contra el propio presidente.
No hay nada claro y está demostrando que el nivel de inteligencia e investigación del Estado es muy limitado para no decir mediocre, es increíble que un presidente quede tan expuesto en una zona tan caliente y no pase nada, su avanzada no reaccionó, ni tampoco tenían plan para mantener en reserva la ruta y la agenda del primer mandatario, además de que ya van varios días y no hay resultados contundentes, ni capturas y algo aún más grave, que hayan zonas vedadas para la institucionalidad, como el Catatumbo y el Cauca, donde las bandas de mafiosos, disidencias y ELN hacen lo que quieren y donde el Estado libra una guerra perdida frente al narcotráfico.
Hace 50 años el presidente Richard Nixon le declaró la guerra desde EEUU a este flagelo y hoy, tantos años después, podemos decir que la guerra está perdida, porque el consumo está disparado en los países desarrollados y las cifras de cultivos de coca en el 2020, según la ONU, en Colombia se dispararon, llegando casi a 250.000 hectáreas. Ni hablar de las toneladas exportadas, antes le echaban la culpa a Santos ¿y ahora? Llegó el momento de replantear este enfoque y darle un manejo de salud pública y abrir el debate de la legalización a nivel mundial, seguir con este derroche de recursos y pérdida de vidas, no tiene sentido.