“Son los empleados, que por ejemplo, no ganan nada, que tienen poco sueldo y no han tenido a quien heredar, pero nadie sabe por qué será que se vuelven ricos de hoy pa mañana”.
El aparte transcrito corresponde a la canción ‘Por qué será’ que grabaron en el año 1974 ‘Poncho’ Pérez y el ‘Debe’ López, la que hemos recordado a propósito del tema que ocupa nuestra atención.
En días pasados recibí la llamada de un gran amigo que vive en Valledupar para pedirme que hablara con el hijo que acaba de recibir el título de abogado, porque le están proponiendo que asuma “un puestazo” y el muchacho dice que es demasiada responsabilidad y él no tiene experiencia, considera en su inocencia supina el padre del afortunado jovencito que “siendo un abogado, cómo no va a poder con el puesto”.
Ante el espinoso asunto, y atendiendo la especial consideración que existe entre mi amigo y yo, le pregunté si le interesaba que yo le dijera lo que él quería escuchar, o lo que honestamente pensaba, él optó por la última opción, así como cualquier dermatólogo “fui al grano”, le recordé que a Amylkar, mi hermano, siempre le he escuchado decir que “el éxito es un cruce de caminos entre la oportunidad y la preparación”, y que yo le agregaría otro a los dos caminos mencionados, “madurez”, porque un profesional que tiene preparación, le dan la mejor oportunidad del mundo, pero si no ha madurado, o como cualquier aguacate lo maduraron con periódico, será para cualquier corrupto como avispa potrocita sobre mata de tomates.
Ante su actitud de evidente desilusión por la actitud de su hijo, como si hubiera botado la plata al mandarlo a estudiar, le dije que antes que recriminarlo debía felicitar al pelao, porque fue honesto al manifestar que para meterse en el bolloban que le estaban ofreciendo, necesitaba unas habilidades que se aprenden con la experiencia precedente y no llegando allí a aprender, porque de aquí hasta cuando le encuentre la comba al palo, ya tiene la medida de aseguramiento y/o la investigación disciplinaria sobre el pescuezo.
Le dije, siéntase orgulloso de la calidad de profesional que tiene en la casa, quien prefiere el ardor del pavimento a asumir el riesgo de transitar por los títulos del Código Penal o los renglones del Código Disciplinario por acción o por omisión, porque en esas materias la ignorancia de la ley no sirve de excusa, le dije que hoy cuando hay tanto profesional nuevo con mañas viejas, ese joven es un botón para mostrar y no un monumento a la vergüenza de su familia.
Para hacerlo reflexionar le conté un caso que nunca olvido, del cual aprendí que uno por tentadora que sea la oferta laboral no debe asumir ciertos cargos públicos, porque pueden ser buenísimos para conseguir aduladores, y hasta dinero de maculada procedencia, pero terminan convertidos en un regalito envenenado. Resulta que en el mes de diciembre de 1985, me encontraba en el Centro Cívico de Barranquilla y allí me encontré con el doctor Largion Barros, un viejito brioso y sabio, mi profesor de Derecho de Policía, y me pidió que lo acompañara a las Empresas Municipales de Teléfonos, ‘La telefónica’, cuando llegamos y le anunciaron al gerente nuestra presencia enseguida nos hizo pasar, su nombre Jairo Cepeda Sarabia, ese día nos contó que tenía 32 años y que era abogado javeriano, con él permanecimos aproximadamente una hora, mientras que el ‘profe’ le daba su concepto respecto de un asunto que le consultó, después se habló de todo, y contaba con entusiasmo de sus planes de corto y largo plazo para rescatar la empresa de las garras de la corrupción etc.
Lo escuché atentamente mientras pensaba con mi cabeza caliente de pichón de abogado, “Así voy a ser yo nojoda”, y salí con la convicción inequívoca que había estado hasta entonces en frente del profesional joven brillante, que tenía a pesar de su juventud, una trayectoria extraordinaria y un futuro brillante que había conocido.
Al salir me dijo el doctor Barros: “Ese hombre como alcalde le pondría orden a este desastre”, sin pensar jamás que ese ejecutivo de hablar juicioso, amplio conocimiento de lo que tenía que hacer y de lo que hacía, y dejaba explícita con toda humildad prueba de su inteligencia vivía un infierno del cual pensaba que saldría airoso pero no fue así, el joven fue montado en una empresa saqueada, asediada por embargos y obligaciones por pagar, lo sometieron a presiones indebidas quienes lo montaron en el cargo, estaba desilusionado porque quienes lo asesoraron mal le dieron la espalda, y la fresa del postre fue cuando un periódico tituló ‘Al gerente le quedó grande la empresa’.
El gerente no encontró más opción, un día que no preciso de los precarnavales de 1986, se encerró en la biblioteca de su casa, se disparó un proyectil de revólver 38 en la sien poniendo fin a su existencia; así terminó todo para un joven que tenía mucho que dar a la sociedad, ahí lo perdieron todo, él y su familia, quienes lo llevaron al abismo no estuvieron para ayudarlo, ese es el riesgo al cual uno no debe someter a los hijos.
A todos los servidores públicos, y aspirantes a serlo, les recomiendo que averiguen esa historia, y se enteren cómo los bárbaros apagaron allá la inteligencia, esa vaina me impactó porque lo conocí y me parecía un funcionario ejemplar, no imaginaba que era cristo en manos de los judíos; por favor cada vez que les corresponde firmar actos y contratos, los funcionarios deben pensar en la familia y la ley, que es dura, pero hay que cumplirla. ¡He dicho!