Por Amilkar Acosta
“Colombia es mucho más que vidas perdidas y oportunidades desaprovechadas”: David Bushnell
Colombia es una país de marcados contrastes, en donde las estadísticas más parecen una contabilidad por partida doble de nuestra pungente realidad. Excepción hecha de la recesión económica del año 1999 cuando el PIB cayó -4.5%, la economía colombiana, a diferencia de otros países de la región, ha crecido de manera sostenida. No obstante, después de llegar a crecer por encima del promedio histórico (4%) y de su crecimiento potencial (4.5%) durante el auge del sector minero-energético (2003 –2012), con la descolgada de los precios de los commodities el crecimiento del PIB se desaceleró, a tal punto que el crecimiento potencial se redujo, ahora es de solo 3.5% y, lo que es más grave, en los últimos tres años ha crecido por debajo de este crecimiento potencial.
Si bien entre 2010 y 2017 la pobreza monetaria absoluta bajó sensiblemente, al pasar del 37.2% al 26.9%, según la Ocde Colombia es el país más desigual de Suramérica, el segundo en Latinoamérica después de Haití y el cuarto en el mundo. La tasa de desempleo en los últimos diez años, según el Dane, pasó de dos dígitos en el 2008 (10.8%) a un solo dígito en 2018 (8.8%), pero, más de 2 millones de colombianos siguen sin encontrar empleo y según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la informalidad laboral en Colombia es la más alta del mundo con el 61.3%.
En cuanto al ingreso percápita de los colombianos, este ha crecido pero menos de lo que ha crecido en la región; el mismo deja mucho que desear, al punto que los US $6.056 anuales que se perciben están por debajo del promedio en Latinoamérica (US $8.562) y representa el 50% del ingreso percápita de Chile y la novena parte del de EE.UU. No obstante, merece destacarse el hecho que en la última década se haya duplicado la clase media en el país, como también el haber logrado reducir la desnutrición infantil de una generación a otras del 25% al 10%, que aunque no cumplió con la meta del Milenio representa un avance significativo.
Según la Fiscalía, la tasa de homicidios de 2017 fue la menor en los últimos 42 años con 11.781 crímenes; pero, al mismo tiempo, según la directora de Incidencia Política para Colombia de la organización internacional Save the Children Luz Alcira Granada, Colombia ocupa el tercer lugar entre 175 países, con la tasa más alta de homicidio infantil en el mundo.
No hay que olvidar que Colombia estuvo al borde del abismo. Según el Índice de Estados fallidos de la revista Foreign Policy, elaborado por el centro de investigación Fund for Peace, una especie de calificación del riesgo sobre la calidad de los estados, en el 2004 Colombia se situó en el puesto 14 y en el 2005 en el 27 entre 178 países clasificados, en la “zona crítica”. Afortunadamente, en el 2006 salimos de la “zona crítica” y entramos a la “zona de riesgo” al ocupar el lugar 33 y hoy en día, como uno de los dividendos de la Paz, debido al fin del conflicto armado con las Farc, que se prolongó más de cincuenta años, Colombia está en el puesto 71, alejándose de los estados más vulnerables, aunque todavía se mantiene en alerta naranja.
Al propio tiempo, según la más reciente encuesta de Gallup la percepción que tienen los colombianos sobre su futuro no es alentador. A la pregunta de si consideran que “las cosas en Colombia están mejorando o empeorando”, un 72% responde que está empeorando y el 15% dijo que está mejorando. Pero, más preocupante que la cifra es la tendencia que muestra la encuesta, pues cinco meses atrás el 23% respondió que las cosas estaban empeorando y un 59% que estaba mejorando. Es de anotar que en una encuesta realizada conjuntamente por Gallup y el Centro Nacional de Consultoría en enero de este mismo año, el 46% de los encuestados se mostraba optimista con respecto a las perspectivas de mejora y el 26% tenía malos augurios y esperaba que las cosas iban a empeorar.
Otro indicador que es motivo de preocupación es el de la confianza del consumidor. Según la Encuesta de Opinión del Consumidor (EOC) de Fedesarrollo el Índice de Confianza del Consumidor (ICC), que venía teniendo un buen comportamiento desde el cuarto trimestre de 2017, esta tendencia empezó a revertirse desde julio de este año, hasta registrar en noviembre de este año un balance de -19.6%, su valor más bajo desde marzo de 2017.
La demanda en Colombia tiene un peso específico en el PIB de Colombia del 65%, razón de más para preocuparse por la incidencia negativa que puede llegar a tener en el crecimiento de la economía esa pérdida de confianza del consumidor, ralentizándolo. Por su parte, el Índice de Confianza Industrial (ICI), Según la Encuesta de Opinión Empresarial (EOE), en noviembre se muestra a la baja y por primera vez en terreno negativo desde diciembre de 2017 y registró el -4.3%.
Pese a estos nubarrones, según la más reciente encuesta de Gallup International, Win y el Centro Nacional de Consultoría de enero de 2018, mientras el Índice de Optimismo Latinoamericano pasó del 37% al 16%, en Colombia, al contrario sensu, pasó del 18% al 20%, dos puntos porcentuales más. Es más, según la misma encuesta 59 de cada 100 colombianos se sienten felices, lo que le mereció a Colombia ocupar el segundo puesto en el mundo, con un puntaje de 88 puntos sobre 100, apenas superada por una isla perdida en el Pacífico sur llamada Fiyi, que obtuvo 92 puntos sobre 100, en el barómetro de la felicicidad. Es decir que, en Colombia, como se dice coloquialmente, vivimos felices y contentos o mejor, como se dice coloquialmente, jodidos pero contentos.
Bien dijo el decano de los colombianistas norteamericanos David Bushnell, que “los colombianos han demostrado su capacidad para recuperarse de situaciones peligrosas y terribles y continuar sus actividades cotidianas en circunstancias que al observador extranjero parecerían desesperadas”. La resiliencia que han demostrado los colombianos frente a las adversas circunstancias no tiene par en el mundo.