En muchos países del mundo han destituido presidentes: en Venezuela cayó Carlos Andrés Pérez; en Perú, en los últimos 30 años van 6; en Brasil Lula Da Silva y Dilma Rouself; en Paraguay, Fernando Lugo; Lucio Gutiérrez en Ecuador. Pero si en América llueve, en Europa no escampa; en Alemania Christian Wulff; en España el Rey Juan Carlos, en Francia Nicolás Sarkozy, en fin, un rosario de mandatarios que han ido a la cárcel, todos por lo mismo, corrupción pura y dura.
En el único país donde no les pasa nada es Colombia: Iniciemos con el elefante Ernesto Samper, quien recibió dineros del cartel de Cali y se lavó las manos con su jefe de campaña, Fernando Botero y con el tesorero, Santiago Medina; fue eximido por un organismo hecho para absolver presidentes, la Comisión de Acusaciones del Congreso, que siempre se deja sobornar por el presidente de turno para que no les pase nada, lo de Samper fue gravísimo porque se trata nada más, ni nada menos que del narcotráfico que tiene sumido a Colombia en una espiral de violencia de 40 años.
Del narcotráfico, pasamos a financiación de multinacionales corruptas, como fue el caso de Juan Manuel Santos, quien ganó su reelección con plata de Odebrecht y, hasta el momento, no le ha pasado nada, solo 3 idiotas están pagando cárcel, José Elías Melo de Corficolombiana del Grupo Sarmiento Angulo, Roberto Prieto, gerente de la campaña y el congresista ‘Ñoño’ Elías, el caso de Santos es patético porque está demostrado como la multinacional invirtió en la campaña para esperar futuros contratos de obras, como fue la Ruta del Sol que todavía no se termina y ha dejado en el atraso una vía tan importante para el desarrollo del país.
Y, el caso más reciente, Álvaro Uribe, quien prácticamente fue pillado con las manos en la masa (“Proceda Dr. Diego”), junto al abogado de los mafiosos, Diego Cadena, tratando de manipular testigos para inculpar al senador Iván Cepeda; Uribe fue capturado por la Corte Suprema de Justicia y en una hábil jugada de su abogado, Jaime Gradados, renunció al senado para evadir al alto tribunal y pasar a Fiscalía, donde lo esperaba el Fiscal Francisco Barbosa, designado por Duque (a la vez designado por Uribe), quien simultáneamente designó al fiscal Gabriel Jaimes para hacer el trabajo sucio de desestimar pruebas y acabar con una investigación de dos años en la Corte y pedir preclusión del proceso en solo dos meses; hoy Uribe puede cantar victoria, dejando sentado que en este país la justicia es para los de ruana, como le ocurrió esta semana a una señora que no pagó una sopa de 3000 pesos y se la llevaron detenida.
Mientras en Colombia exista este tipo de justicia selectiva, no habrá paz, ni reconciliación y menos se acabará la corrupción. Un país sin justicia es un país inviable, máxime cuando esa falta de justicia beneficia a los poderosos, quienes con su dinero pueden hacer lo que les da la gana sin que nada pase.