El símbolo también es la figura retórica de pensamiento por medio de la cual una realidad o concepto normalmente de carácter espiritual se expresa por medio de una realidad o concepto diferente, entre los que se establece una relación de correspondencia, de modo que al nombrar el concepto simbólico se sugiere o se evoca el concepto real. «En muchas poesías los ríos son símbolos de la vida, porque ambas cosas son un largo camino que tiene indefectiblemente un final».
Tomo los dos conceptos anteriores como referencia para esta columna, porque Carmen Clara Rodríguez Celedón, conocida cariñosamente como Carmen ‘Crucita’ era eso. Representaba un símbolo para el barrio San Luis, el primer barrio que tuvo Villanueva, después de mudarse de las ‘Culatillas’, que quedaba en lo que es hoy el predio ganadero del ingeniero Enrique Daza Peñaloza, donde se inició Villanueva. Carmen ‘Crucita’ fue una dama en todo el sentido de la palabra y una de las grandes matronas villanueveras. El miércoles 30 de enero fueron sus exequias en la parroquia Santo Tomás de Villanueva, que estuvo bastante concurrida con sus hijos, nietos y bisnietos para darle el último adiós. En medio del dolor y la tristeza en la misma iglesia después de finalizada la misa oficiada por el padre Marcos, presbítero de Urumita, Hugues Elexo Rosado Jr., le hizo un homenaje con unas palabras bien fundamentadas de lo que fue y representó en vida, la señora Carmen para Villanueva y para su barrio, donde lo expresó acertadamente que Carmen ‘Crucita’ fue un símbolo para el barrio San Luis.
El nombre de ‘Crucita’ proviene de su mamá quien se llamaba Cruz María Rodríguez, quien era hija de Miguel Celedón Maestre, el padre de Luis, Miguel y Manuel Celedón. Doña Carmen amó a un solo hombre, Víctor Manuel Dangond Ovalle, quien fuera alcalde de Villanueva y tuvieron a Elia, Ricardo, Carlos, Víctor o el ‘Cossi’, Jaime quien fuera fiscal de la justicia colombiana, Josefina, María Victoria o ‘La Coco’, esposa de Misael Romero Ospino y madre de los amigos Misael y Alberto Carlos Romero Dangond, Carmen, Viviana y Orieta. Todos ellos con una conducta intachable que siempre le dieron buen ejemplo de lo que les enseñó su vieja querida. Todos allí en la iglesia Santo Tomás compungidos por la tristeza y el dolor, por la partida de su ser querido.
Carmen cumplió a cabalidad su ciclo acá en la tierra. Una madre ejemplar, trabajadora incansable, católica acérrima, pertenecía a la Congregación Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús – quienes estaban allí presentes. Jamás se olvidará que en las fiestas del 3 de mayo que es la fiesta de las cruces, doña Carmen siempre estuvo la iniciativa de participar en ella activamente. Fue una matrona con principios y valores que les inculcó a los suyos con amor y dedicación. Cumplió su periplo terrenal en todo el sentido de la palabra, Dios la llamó a sus 96 años. Hace más de 30 años, fue la reina de las vicarias. Su juventud, su bullarengue la llevaba implícito en las venas, como siempre ha sido el comportamiento de las villanueveras que endulzan con su mirada y su forma de ser y la felicidad la muestran a flor de piel. Qué hermoso, lo que representaba Carmen para los suyos, su barrio, donde cualquier cosa mal hecha, le daba el regaño al vecino para que tomara el camino correcto, pero también le daba el cariño después del regaño y para Villanueva porque ella representaba un símbolo no solo para su barrio, sino para toda la comunidad.
Dios la recibe lleno de alborozo en el seno de Abraham. Ahora se convierte en la luz para bendecir a sus hijos, nietos y bisnietos. Solo quedan los recuerdos hermosos que cada vez que los suyos los evocan se convertirán en nostalgia y es cuando más de una lágrima aflorarán en los que tuvieron la grandeza o el privilegio de ser sus hijos o vecinos. Dios la recibe en su seno.