El reciente anuncio de Cerrejón relacionado con el retorno de sus oficinas centrales a Barranquilla, después de 17 años de haber sido trasladadas a Bogotá –en una decisión poco entendida por muchos–ha generado reacciones diversas. Salvo la indiferencia de la grande y fría capital, donde la noticia no ha trascendido más allá de la alegría de empleados y familias costeñas, que ahora tendrán la oportunidad de continuar disfrutando su trabajo en un ambiente cálido y alegre, en Barranquilla y La Guajira, en contraste, los múltiples comentarios y opiniones de los diferentes líderes gubernamentales, económicos, sociales y políticos no se hicieron esperar; los unos con regocijo y satisfacción, los otros con un sabor agridulce y un tono de frustración.
Ese anuncio donde Cerrejón informa que como resultado de un riguroso análisis, y como parte de un proceso de transformación, tomó la acertada decisión-ahora con un solo dueño-, ha sido celebrado en Barranquilla como una extraordinaria noticia, por ser esta empresa uno de los principales empleadores del país, y lo muestran como un hecho que refleja la confianza que genera la ciudad para las empresas multinacionales.
Aunque el traslado tomará algunos meses, desde ya han dado la bienvenida a los directivos y empleados de la empresa, invitándolos a continuar su proceso de transformación desde esta sede.
Por otro lado, en La Guajira varios de sus líderes han manifestado a diferentes medios que la empresa Cerrejón debe reconsiderar la decisión de retornar sus oficinas centrales a Barranquilla, y en su defecto lo haga para Riohacha, por ser la capital del territorio donde está el producto que representa la razón de ser del negocio. Han manifestado que si bien al inicio de las operaciones no existían las condiciones apropiadas, lo que obligó a Intercor, operador del complejo minero en ese momento, a establecer sus oficinas centrales en Barranquilla, en la actualidad consideran que la situación es totalmente diferente e insisten en que ahora La Guajira tiene la infraestructura y la conectividad requerida para que la empresa traslade esas oficinas a la tierra donde está el carbón.
Algunos se han apresurado a exteriorizar lo que denominan indignación y han planteado la posibilidad de convocar a una protesta de la ciudadanía Guajira.
Confiemos en que solo sean reacciones emotivas propias de la época electoral actual y que en sus próximos pronunciamientos actúen con sindéresis en el planteamiento de sus requerimientos.
Sin dudas estas son señales que envían estos líderes de La Guajira, que indican la existencia de un posible malestar o una inconformidad con la implementación de decisión anunciada, a las cuales Cerrejón debe prestarles atención o ponerles foco para gestionarlas como parte del manejo del cambio que implica el traslado. No se trata de entrar en una confrontación sobre si tienen razón o no.
Esta en una situación coyuntural en la que es recomendable que Cerrejón revise, haga los ajustes pertinentes e implemente una estrategia integral apropiada que le permita reforzar con éxito su política de relacionamiento con las comunidades y sus líderes, con una visión de buen vecino, ganándose el cariño y la admiración de toda La Guajira, logrando que sean sus defensores ante circunstancias hostiles o ataques infundados de terceros.