En muchos pueblos del Caribe colombiano, fácilmente se puede percibir una especie de complejo colectivo, que presumo, debe tener un nombre científico; me refiero a ese pensamiento de algunos pueblerinos que parecieran muy convencidos que todo lo que venga de afuera, siempre será mejor que lo que tienen en la casa, en el barrio o en la población.
El que vive por fuera, es mejor que el que nunca se ha ido, el que vive por fuera es superior al que siempre ha estado aquí y ese pensamiento pareciera acentuarse si aquel tiene recursos económicos.
Es que hay más de uno que piensa que la capacidad o los méritos de alguien, se miden por la cantidad de millones que tengan en la cuenta bancaria o en sus propiedades materiales. Son gente que piensan que su vecino, su amigo o su familiar, al que ve y con el que convive a diario, no puede ser mejor persona o mejor funcionario o mejor deportista, o mejor músico, etc., que los que viven por fuera.
En estos pueblos, vivir por fuera, hasta te da títulos y por eso es muy común oír que llaman doctor o doctora a los que llegan, no importa que no hayan pisado una universidad, si vive en otro lado y tiene algunos pesos, toca llamarlos doctor o doctora. Tan grande es el complejo del que hablo, que a más de uno tienen convencidos que ellos, los que nacieron acá, pero que no viven aquí, quieren más al pueblo que quienes nunca nos hemos ido, juran que lo quieren más que quienes hemos pasado las verdes y maduras, creen que lo quieren más que nosotros, los que hemos padecido todas las plagas que a estas benditas tierras han llegado.
Quienes nacieron en Villanueva, van a seguir siendo villanueveros por siempre, eso no está en discusión y supongo que aman mucho a la tierra donde nacieron, pero de ahí, a decir que ese sentimiento de ellos hacia su pueblo natal, está por encima del nuestro, es un despropósito. Siempre se ha dicho que lo que hace amar algo o a alguien, es el roce, pues bien, el roce de los que nunca nos hemos ido, ha sido permanente, ininterrumpido.
Tampoco pretendo descalificar a quienes por distintos motivos se han ido, porque sus razones tendrían y eso es muy respetable, pero siempre será mayor el apego, el amor de quienes hicieron todas las piruetas posibles para vivir, invertir y morir acá. Ahí cabe una reflexión: si los que viven por fuera, juran amar con el alma a su tierra, ¿cuánto no la amarán quienes viven día y noche, inviernos y veranos en ella? Es posible que a algunos de los que se han ido, no les parezca gracioso este escrito, pero quiero dejar claro que no pongo en duda su querer a Villanueva, que son tan villanueveros como los que no se han ido nunca, pero que no se atrevan a creer que el haberse ido los hace más o mejores que los que nos quedamos.
También habrá quienes refutarán que porqué si queremos tanto al pueblito, no hemos hecho lo necesario para tenerlo en mejores condiciones, pues a esos toca decirles que con lo poco que hay, con las uñas, sea mucho o poco, no tengo dudas que hasta el más humilde habitante, se levanta todos los días a aportar para que este pueblo, a pesar de todo, siga siendo el mejor vividero del mundo.