A Joselina Daza a quien el mundo vallenato la conoció debido a que Alejo Durán Díaz, le dedicó una canción con su propio nombre, la abandonaron las palabras.
Ya no habla debido a su delicado estado de salud y la atención médica no tiene respuesta oportuna. Todo es difícil porque a su cerebro no llega ninguna orden, además de otras complicaciones en su organismo.
Solamente su mirada se pasea por los alrededores y no encuentra lo que busca. En medio de esa circunstancia dolorosa se nota que la tristeza y el miedo huyeron, teniendo solamente el acompañamiento oportuno de su único hijo, Hugo Mejía Daza, quien junto a su familia toca puertas para que ella tenga un mejor vivir.
Joselina Daza a sus 79 años, nació el 21 de diciembre de 1943, ya no es la misma. Ahora cuando se llega a su casa ubicada en el barrio La Colmena de Patillal, no relata aquel encuentro con el hombre del pedazo de acordeón, diciendo que había perdido el tiempo porque ella estaba enamorada y además él tenía fama de mujeriego.
Tampoco suelta esa sonora carcajada que llamaba la atención de sus vecinos porque venían en camino algunas palabras de grueso calibre. Ahora extrañan todo eso, porque en su casa reina el silencio, y hasta el radio está apagado.
“Mi mamá era una fiel oyente de Radio Guatapurí. Por años el dial nunca se movió. Conocía las voces y nombres de todos los locutores. Admiraba a su amiga Consuelo Araujonoguera”, manifestó con nostalgia su hijo Hugo Mejía.
Mientras su hijo narraba esa historia ella tenía la mirada fija y en muchas ocasiones intentó pronunciar palabras, pero antes de llegar a su boca desaparecían.
En ese instante al cantarle un verso de la famosa canción: “Oye Joselina Daza lo que dice mi acordeón. Yo no sé lo que me pasa con mi pobre corazón”, no se inmutó porque su cerebro no recibe señales de alegría musical.
Por eso no se sorprendió como antes, cuando Alejo Durán con su pedazo de acordeón al pecho, y con el corazón en la mano, en dos minutos y 50 segundos le dedicó un paseo donde quiso adueñarse de ese encanto con cuerpo de reina.
Atrás quedaron sus charlas amenas sobre las parrandas en la casa de su gran amigo Víctor Julio Hinojosa Sierra, donde precisamente Alejo Durán la conoció. También de las famosas riñas de gallos y el entorno del viejo Patillal, ese pueblo que es como una melodía que al oírla provoca cantar. Tampoco se olvidan sus palabras para definir su época de juventud. “Yo vestía elegante, llamaba la atención, pero no era coqueta”.
Agradable canción.
La obra musical de Alejo Durán dedicada a esa joven atractiva, tuvo la mayor repercusión en aquella época a finales de la década del 60 del siglo pasado, sin lograr el objetivo que era conquistarla para que el abecedario del amor tuviera las letras completas. La misma Joselina, lo afirmó hace algunos años. “Alejo tenía sembrado el corazón en Patillal, pero yo miraba para otro lado. Nadie hizo el milagro que tomara interés por él, debido a estar perdidamente enamorada de Hernán Mejía Castro, con quien me casé y tuve un hijo de nombre Hugo Rodolfo Mejía Daza”.
La historia de Alejo tuvo su epicentro en Patillal, y él con la emoción que le produjo conocerla, pudo hablarle al corazón con aire romántico y voz ronca, pero sus palabras se las llevó el viento. Ante el rechazo, cerró su acordeón y lo abrió nuevamente en otro lugar donde el terreno estuvo fértil para el amor.
En ese entorno de la historia de una de las connotadas canciones vallenatas dedicadas a una mujer, Náfer Durán Díaz, hermano de Alejo, quien también fue rey de las conquistas con su acordeón, caso ‘La chimichaguera’, regaló su concepto.
“Esa fue mucha lucha de Alejo y hasta varios viajes hizo a Patillal en busca de Joselina, pero su intento fue fallido. Así me sucedió a mí muchas veces”. Sin parar continuó. “A Joselina, de quien supe por la canción, la conocí años después y en verdad era muy atractiva y cariñosa, pero ante el propósito de Alejo, se paró en la raya. Todo quedó registrado en la canción como era la costumbre en aquellos años”.
Para darle mayor realce a las gestas de los juglares, Naferito hizo una larga reflexión sobre los diversos cambios que se han tenido, y por eso el urgente llamado de la Unesco, para salvar las raíces de la música vallenata. “Hay que tomar el toro por los cachos y poner todo en orden, eso sí respetando las nuevas propuestas musicales. Ya a mis 90 años hice todo lo que estuvo a mí alcance y fue mucho, gracias a Dios”, acotó el Rey Vallenato del año 1976.
Oye Joselina Daza…
De aquella mujer que no sabía de secretos, tampoco tenía pelos en la lengua para decir sus verdades y de admirable generosidad, queda poco. Las lágrimas aparecieron al ver en ese estado a Joselina, una de las grandes protagonistas del folclor vallenato, a quien le hicieron una declaración de amor cantada que ella rechazó a pesar de la insistencia.
En la última entrevista a Joselina Daza, sucedida hace más de un año, habló de todo, pero recalcó una frase que hoy tiene el mayor valor. “No me olviden porque eso no se hace conmigo”.
“Oye Joselina Daza lo que dice mi acordeón, yo no sé lo que te pasa con mi pobre corazón. Oye Joselina Daza, por qué no me das tú amor”…