A propósito de la reciente ola invernal en el Caribe colombiano por la crisis climática, y particularmente, en la Alta y Media Guajira en donde reside mayoritariamente población de la etnia wayuú con más de 192.000 personas damnificadas, y a quienes el Gobierno nacional ha respondido, traigo a colación la tragedia de la epidemia del cólera que dejó más de 700 indígenas muertos en 1992 que nos correspondió enfrentar hasta superarla, como secretario de Planeación departamental.
Cuando el primer gobernador electo para la península guajira (1992-1994), Jorge Eliécer Ballesteros Bernier me convocó para participar en su Gobierno seccional, sin el condicionante apoyo de los ‘políticos’ territoriales, ni como cuota de los tradicionales electores locales, jamás imaginé que el primer desafío al que tenía inexorablemente responder era una dolorosa realidad de tantos enfermos y fallecidos (as) por la bacteria Vibrio cholerae.
No había en ese momento un aparato institucional en la nación, región, departamento o municipios para asumir semejante reto en La Guajira a pesar de la tragedia de la avalancha sobre Armero (Tolima) con más de 20 mil muertos en 1985.
Personalmente, habíamos estudiado epidemiológicamente el brote de cólera ocurrido en el país en el siglo XIX descrita magistralmente por Gabriel García Márquez en la novela ‘El Amor en los tiempos del cólera’.
Procedimos en marzo de 1992 a convocar todas las instituciones de las ramas de poder público, entidades territoriales, dependencias, organizaciones de todo orden, nivel público, privado, a comunidades y ciudadanía en general, con el fin de hacer causa común para no solo mitigar el impacto del cólera, sino colocarle las barreras de forma que no se volviera endémico en La Guajira.
Concertamos un Plan de Acción Inmediato para dar respuestas institucionales con intervenciones con el objeto de atender a los contagiados (as) con el cólera y hacer sostenible una estrategia de prevención de la enfermedad. Con el apoyo de todos, logramos organizar una flota de 40 carrotanques para el suministro de agua potable a las comunidades wayuú de la Alta Guajira.
En este sentido, diseñamos y se puso en funcionamientos el sistema departamental y municipal de los Comités de Prevención y Atención de Desastre territoriales que tenían sus puntos de apoyo en las dependencias de Planeación, Gobierno y Educación para constituir lo que se denomina hoy Puestos de Mando Unificado (PMU).
La estrategia de prevención se desarrolló a través del programa de vigilancia epidemiológica, educación y sensibilización comunitaria, mejoramiento del suministro de agua potable y el saneamiento básico, planeación y gestión institucional, y finalmente, la participación comunitaria.
Lo cierto es que ya para 1993 teníamos controlado la epidemia del cólera (El primer caso se reportó en marzo de 1991), pero pagamos un costo muy alto en vidas: Más de 700 indígenas murieron por esta enfermedad, con una tasa de incidencia del 51,2 caso por 100.000 habitantes, y 9,1 de mortalidad para la península.
En la coyuntura actual, nos preguntamos si aprendimos la lección de hace 22 años para la pandemia del Covid-19 y para esta calamidad por la que estamos atravesando que se repite año tras año con el agravante de los fenómenos de ‘El Niño’ o de ‘La Niña’, que cada vez nos hacen más vulnerables y nos conectan progresivamente con los fenómenos recurrentes de carácter meteorológicos (tormentas, huracanes, ciclones, marejadas, etc) del gran Caribe, y que en últimas, confirman la irreversibilidad de crisis climática como advierte acertadamente el presidente de la República.
El balance indica que es una asignatura que tenemos pendiente a pesar de que hoy se cuenta con más recursos en los diversos niveles de gobierno y la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (Ungrd).
La comparación de las dos situaciones, nos presenta una irónica paradoja: En 1992, con los exiguos recursos logramos reunir el número carrontanque similar a los que en 2023 compró la Ungrd, con la diferencia que en aquella emergencia logramos controlar la epidemia del cólera, y en la presente pandemia de corrupción, los ‘Olmedos’ y los ‘Sendero’ se robaron los 46.800 millones de pesos que costaron lo 40 carrotanques para La Guajira
No se aprende la lección. Parece que estamos doblemente condenados a no tener una segunda oportunidad sobre la tierra guajira como en ‘Cien años de Soledad’.