Parte de la labor de los servidores públicos que tienen bajo su responsabilidad promover el desarrollo social y económico de un país o una región, es garantizar el bienestar social de su población, pero para garantizar esto deben estar atentos a todas las variables que miden ese nivel de desarrollo y el estado del bienestar de sus comunidades.
Las sociedades, al igual que el ser humano cuando enferma, manda señales de que las cosas no andan bien con la finalidad de que se intervenga a tiempo sus causas, so pena de entrar en crisis, incluso el mismo riesgo de morir.
Las sociedades cuando las cosas no andan bien mandan señales, se nota en el descontento social, en las marchas y manifestaciones, y esto se refleja en los indicadores que se deterioran mes a mes, leer a tiempo estas señales que envía esa sociedad es una labor importante para poder tomar correctivos y hacer las intervenciones necesarias para conjurar esos males, aplicando el ciclo Phva (Planificar, Hacer, Verificar y Actuar).
En el caso de La Guajira, las señales de que las cosas se están deteriorando son claras, no es en este periodo de gobierno, es un proceso que lleva décadas sin que se tomen acciones para controlarlo y revertirlo, siendo el peor de todas la pobreza, esa pobreza monetaria que hoy día afecta al 66,3% de los guajiros y guajiras y la peor de todas, la pobreza extrema que afecta al 39,7% de la población, ambos indicadores los más altos del país medido por departamentos.
El problema es que esta pobreza ya cobija a la mayoría de la población, y puede ser peor, porque estas mediciones rara vez evalúan la situación de las poblaciones rurales e indígenas, que en La Guajira representan nada más y nada menos que más del 51% de la población.
Mucho se ha hablado desde hace años de la muerte recurrente de niños wayuú por desnutrición, pero pocos han intentado entender la causa del problema, siendo la principal razón la pobreza, porque cuando una familia (ya sea wayuú o alijuna), no tiene ingresos suficientes, no puede adquirir alimentos para sostener la familia, esto lleva a que los niños comiencen a desnutrirse por falta de ingesta de nutrientes y calorías necesarios para sostener su ciclo vital, con el fatídica resultado de la muerte recurrente de niños en este departamento. Todo esto son señales de que las cosas no andan bien.
Cuando la Corte Constitucional declaró el estado de cosas inconstitucional en La Guajira, lo que quiso señalar es que en La Guajira persiste una vulneración masiva y sostenida de derechos fundamentales a la salud, al agua y a la alimentación necesarios para garantizar la vida y el bienestar de su población, en especial de los niños y niñas wayuú, que representan el 56% del total de la niñez del Depar- tamento (0 a 17 años).
Para ello ordena garantizar el acceso al agua potable, a la salud, garantizar las coberturas y efectividad de los programas de atención y seguridad alimentaria, ordena desarrollar intervenciones que permiten a las comunidades volver a generar sus propias fuentes de alimentación y adelantar programas de generación de empleo y proyectos productivos adaptados a las distintas partes del territorio de La Guajira que fomenten la economía familiar wayuú, es decir, generación de ingresos.
Todo esto al final apunta a una sola cosa: reducir las variables que inciden en la pobreza de la población, porque cuando hay acceso al agua, acceso a alimentos, a la salud y a empleo que le genere ingresos, se está combatiendo precisamente eso, la pobreza, la cual por supuesto, tiene múltiples manifestaciones.
Qué se debería hacer en La Guajira cuando su población supera el 66.3% de pobreza (ingresos per cápita inferior a $331.688 mensuales), y donde el 94,01% de la población económicamente activa está dedicada al trabajo informal (Censo 2018), entendiéndose por trabajo informal el del rebusque diario.
Tanto los gobiernos departamentales y municipales, con apoyo del Gobierno nacional, podrían desarrollar una estrategia para generación de ingresos masivos, pago por trabajo desarrollado, los escasos recursos de inversión disponibles con que cuentan los actuales gobiernos, no son infinitos, la crisis también ha afectado a estas entidades, donde estos deberían orientarse en forma pro tempore pero en forma masiva a esta meta, generar ingresos para las familias que la está pasando realmente mal.
En 1930 John Keynes, economista británico, fuente obligada de estudio para las ciencias económicas, aconsejó al gobierno norteamericano que pasaba por la peor recesión de su historia, algo parecido a lo que sigue: “Si es necesario, tendrán que poner a los obreros a hacer agujeros en la carretera y luego a otro grupo de ellos para taparlos”.
Si el Gobierno no interviene e inyecta el gasto público en la economía, entonces la recesión, que ya es inevitable por culpa de los efectos del coronavirus, se profundiza y como cualquier enfermedad, será más difícil de curar.
El crecimiento del PIB (riqueza regiones), tiene dos componentes: la tendencia y el ciclo. La infraestructura es la mejor fórmula para reforzar la tendencia, para elevar el PIB potencial, pero no es muy útil para enderezar el ciclo. Allí es donde la precisa visión de Keynes articulaba esa frase: hacer hoyos y volverlos a tapar, gastar en mantenimiento y en operación, más que en inversión: mantenimiento infraestructura, no construcción, con la finalidad de generar empleos e ingresos en forma rápida y masiva, así se inyecta dinero en la economía y el sistema se comienza a mover.
Los subsidios a la población pobre hacen algo parecido, pero no generan valor agregado, mientras que pagar un salario a un trabajador, por trabajo efectivamente realizado, no solo garantiza ingresos y capacidad de sobrevivencia en tiempos de crisis, sino que dignifica, nadie quiere nada regalado.
En La Guajira hay muchas cosas para poner a hacer a esa inmensa población de desempleados, mayoría jóvenes y padres de familia que no ven un futuro claro, limpieza de playas, sembrar árboles para combatir la desertificación, ampliación manual de jagüeyes para los wayuú, mantenimiento manual de vías (nada de maquinaria pesada), recoger bolsitas y basura que inundan los alrededores de Riohacha, Maicao, Manaure, o Uribia.
En fin, hay muchas cosas parecidas a tapar huecos, pero que a su vez mejoran la calidad de vida, y dignifican la vida humana y el trabajo.
Es hora de planificar, hacer verificar y actuar, de hecho, ya es tarde, pero será peor si no se comienza ya, las señales están ahí, a la vista de todos.