El martes 9 de abril, una fecha de mucha sen- sibilidad histórica para Colombia, los gobernadores, alcaldes, diputados y concejales, llegaron a sus primeros 100 días de funciones. Tiempo que parece apa- gar las esperanzas depositadas de muchos electores en las urnas.
La gente se encuentra a la espera del cumplimiento de un ritual, que se ha hecho costumbre desde que, en este país, se establecieron
las elecciones de alcaldes y gobernadores. La espera ya es larga. Ojalá y no se convierta en un espectáculo con corte circense, como hoy han quedado los rendimientos de cuentas, en donde montan suntuosos escenarios, utilizan toda la tecnología moderna, y al final, nadie realmente logra entender lo que los funcionarios elegidos popularmente, le quieren hacer creer a la comunidad.
Eso ocurre con los famosos 100 días, en donde alcaldes, gobernadores y muchas veces concejales y diputados, entregan un informe en donde aparece una maraña de palabras bien hilvanadas que dista mucho de la realidad de lo que los ciudadanos ven en las calles.
Parece que el resultado no es halagüeño. Existe un contraste profundo, entre lo que se prometió y lo que te entiende que apenas son 100 de los 1.460 días que contemplan los 4 años que encierran el periodo constitucional de los funcionarios elegidos popularmente.
Nadie espera que en este corto periodo se hayan podido ejecutar obras portentosas y se puedan resolver los graves problemas que
arrastran estas regiones. Pero lo que sí se espera es un cambio de actitud de los nuevos mandatarios, algunos de ellos, imbuidos
en un hilillo de poder y un cuadro de prepotencia muy diferente a los que recorrie- ron calles, barrios y ver das apartadas en busca del favor electoral.
Los alcaldes y concejales en La Guajira se han distraído en otras cosas, como por ejemplo, elegir un personero acorde a sus exigencias. Revisar cuánto dejaron en tesorería sus antecesores. Viajar a cualquier evento, aunque no le genere muchas cosas a su municipio. Es el ritual de cada cuatro años, cuando llegan los nuevos gobernantes, en donde muchas organizaciones quieren capacitar a quienes deben estar preparados para administrar la cosa pública.
Caso diferente muestra el gobernador Jairo Aguilar Deluque, quien ya tiene relevancia en su gestión a nivel nacional, en donde se ha convertido en el vocero de la Auapa, una especie de organización que aglutina a los gobernadores del país. Se ubica entre los ocho mejores a nivel nacional, y el tercero, en el Caribe colombiano.
Creemos que para bien del Departamento y los municipios, todos los funcionarios van a recomponer el camino. La sociedad guajira lo requiere con mucha urgencia. El malestar social ha generado casi 90 bloqueos a carreteras y tomas a edificaciones públicas, que
ponen en duda nuestra viabilidad para ejecutar grandes proyectos de desarrollo.