El Vaticano y el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño, mostraron su alarma y solicitaron atención al tema de la crisis humanitaria que vive la región más septentrional de Sudamérica, conocida como la península de La Guajira, habitada por una gran diversidad étnica, que viven bajo el vaivén de las contingencias climáticas, sin que el Estado colombiano asuma planes reales de solución.
Al departamento de La Guajira, solo llegan pañitos de agua tibia. La Corte Constitucional, ha emitido varias Sentencias, para que bajo la fuerza de un marco jurídico se resuelvan los problemas, pero todas, han sido soslayadas, por quienes administran nuestra Nación.
Cuando leímos el pronunciamiento del Vaticano y la Celam, nos llegó un hálito de alegría, al creer, que habría, al menos, una reacción del Gobierno nacional y, sus entes territoriales. Nada de eso se ha logrado.
Hoy nos enfrentamos al fenómeno de la sequía. Tenemos temperaturas que superan los 38 grados. El agua desapareció. En noviembre pasado, la ola invernal aisló totalmente decenas de pequeñas rancherías, que están esparcidas en un desierto habitado por indígenas wayuú, que sobreviven con la gracia divina.
Durante la última emergencia invernal, la Fuerza Naval del Caribe y la Fuerza Aeroespacial, conjuntamente con la Gobernación de La Guajira, realizaron una dura labor, para evitar que la gente muriera de hambre, debido a que, ante la falta de vías, era imposible llevar alimentos a esas regiones que tenían el agua al cuello.
Ahora, cuando el mes de marzo comienza a sentir los efectos de las altas temperaturas, se viven situaciones contrarias: total sequía. En algunos sitios, como Manaure, ya se presentan los primeros brotes de Ántrax, una peligrosa enfermedad que diezma a la población ovina – caprina, principal fuente de producción de los indígenas.
Todo el desierto parece una autopista de arena, pero nuevamente falta la comida, el agua, y la gente muere de hambre. En lo que va del presente año 2025, han muerto 15 menores de edad, por causas asociadas a la desnutrición. El año pasado fallecieron por ese mismo problema 78 menores de 5 años. Las estadísticas no incluyen cifras de adultos mayores, quienes fallecen bajo la complicidad del silencio del hambre.
Las Sentencias de la Corte, son desobedecidas. Entidades como la Unidad del Riesgo, con su director Carlos Carrillo, que parece entretenido, buscando a los autores del robo de los recursos, mediante millonarios contratos para la compra de camiones cisternas, construcción de jagueyes, ‘ollas’ comunitarias, cuyo objeto final nunca se cumplió, pero la plata desapareció.
En esta región la historia se repite como hechos cíclicos. Unos tiempos bajo el agua de las inundaciones, el aislamiento; otros bajo la sequía total. Pero todos llevan un mismo impacto: el hambre y la sed, cuyo desenlace final, es la muerte, a las cuales parece que nos hemos acostumbramos, con registros estadísticos que son ‘amañados’ de acuerdo al interesado.