Tres atentados en menos de un mes a la red ferroviaria de la empresa Cerrejón, y un nuevo año 2025 que comenzó cargado de protestas y bloqueos a entidades públicas, aeropuertos, y las carreteras internacionales y nacionales, nos ponen a pensar seriamente sobre el futuro del departamento que tiene el peor indicador de pobreza monetaria de Colombia.
Pobreza por todos lados, en una región cuyo subsuelo nos entrega grandes riquezas energéticas como el carbón, el gas natural, pero que además, goza de una posición geográfica que la envidiaría cualquier país del universo, contando con vientos y luminosidad para generar energía limpia suficiente para abastecer al país y a sus vecinos.
El problema es que no hemos entendido la magnitud y la grandeza que la naturaleza le dio a los habitantes de este territorio. Estamos enfrascados en solo esperar dinero de regalías y del Sistema General de Participación para poder vivir a medias.
A la empresa Cerrejón que extrae carbón del subsuelo para venderlos a países europeos y asiáticos, prácticamente fuerzas oscuras la tiene sitiada con una ola de atentados terroristas que destruyen la red férrea.
Vivimos en un departamento en donde los problemas y reclamos no se gestionan en los despachos públicos, sino sobre los rieles calientes de la línea férrea que intercomunica a la Mina de Cerrejón con Puerto Bolívar; o sobre el asfalto de la Troncal del Caribe o la carretera Nacional que nos comunica con Valledupar.
Esta situación viene impactando notoriamente la economía regional, que se fundamenta en las regalías que provienen de la exportación del carbón, y la venta interna del gas natural. Solo vivimos de las regalías, pero quieren acabar a los operadores del sector minero energético.
Entendemos la crisis que vivimos. Hoy tenemos los más elevados índices de desempleo. Los entes territoriales que en otrora fueron los grandes empleadores, hoy han disminuido su capacidad burocrática. Muchas entidades desaparecieron. Otras están en vías de extinción, mostrando un panorama bastante crítico.
Parece que nos negáramos a entender estos fenómenos sociales. La burbuja en donde viven los dirigentes no permite ver más allá del delicado panorama que tenemos por delante.
Hace poco se hicieron propuestas para analizar la crisis del departamento y sus municipios. Solo fueron propuestas, pero nadie ha tomado las riendas para convocar eventos en donde nos despojamos de los intereses personales y proyectemos un desarrollo colectivo, que facilite buscarle salidas a un futuro poco halagüeño que tenemos para nuestra Guajira, en donde solo añoramos la llegada de los procesos electorales.
Todos tienen las miradas y esperanzas en marzo del 2026, cuando se elijan a los nuevos congresistas; en mayo y junio, para elegir al nuevo presidente. Esos eventos políticos, parecen delinear los resultados de las elecciones regionales donde en octubre del 2027 se elijan a los gobernadores, alcaldes, diputados y concejales.