El pasado fin de semana recibí el Premio Julio Villazón Baquero, en la categoría Diversidad Cultural y Artística que entrega la Cámara de Comercio de Valledupar. Se trata de la exaltación a un gran líder que le aportó mucho a la ciudad con sus obras, su ejemplo y un legado muy importante que merece ser emulado.
Soy poco asiduo a condecoraciones y premios que se han vuelto una feria de vanidades, sobre todo por parte de las instituciones gubernamentales y políticas que los entregan de acuerdo a conveniencias y a quien lambonee más. Acepté este galardón con mucho orgullo porque marca un derrotero de lo qué hay que hacer para seguir una ruta de liderazgo que contribuya a sentar las bases del Valledupar que soñamos todos, libre de corrupción, politiquería y con estándares de desarrollo.
Es un premio que compartí con líderes de la región que se fueron como Jorge Oñate, María Cecilia Cuello, Gustavo Gnecco Oñate y Beder Guerra Gutiérrez; también con emprendedores como Cecy Dangond, que ha demostrado cómo se pueden potencializar los talentos para ponerlos al servicio de la gente; Heladería Los Corales y Farmacia Mundial, con una tradición única y un legado de sacrificio y trabajo; además con la Clínica Cardiovascular que es ejemplo de gestión con el único propósito de salvar vidas.
También con líderes de gremios como Frank Montero, director de Comfacesar; María Elvira Marulanda del CPV y Rodolfo Molina de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, quienes han demostrado mucho amor a esta tierra y desde sus cargos y con mucho esfuerzo han contribuido al reconocimiento de Valledupar como ciudad creativa emprendedora y artística.
Y distinguidas personalidades, como el investigador, escritor y talentoso juglar contemporáneo, Julio Oñate Martínez. En fin, una gala muy especial que tuvo dos ceremonias de alto nivel, muestra de que en Valledupar se pueden destacar liderazgos para unir y rescatar la vallenatía, tan ausente en los últimos tiempos, en una época plagada de ataques viscerales, originados por odios políticos de antaño.
Es hora de superar esa parroquialidés obtusa y enfocarnos en lo verdaderamente importante, nuestra ciudad y su gente, se necesita con urgencia recuperar la esperanza. Brillaron por su ausencia el alcalde Mello Castro y el gobernador que, ni siquiera sé quién es; pero ni falta hicieron.
Llegó el momento de entender que desde los gremios, la academia y sectores populares, también se puede construir ciudadanía, sin involucrar a políticos desprestigiados. Fueron dos noches mágicas, llenas de música y emoción. Es necesario reconocer y agradecer a la Junta Directiva de la Cámara de Comercio y a su presidente, José Luis Urón, que lograron posicionar estos galardones con una escultura del artista Jorge Maestre, para consolidarlos como nuestros Óscar vallenatos, con toda suntuosidad y elegancia que esto implica.
Hay que cuidar estos premios, que este año dieron un giro para enmarcarse como los más importantes de la ciudad, parte importante de este logro se le debe al periodista Luis Mendoza Sierra, quien se la jugó por ese cambio de imagen. Felicitaciones a los ganadores y muchas gracias por impulsarnos a seguir creando y creyendo en nuestra tierra. Feliz año 2022 y que todos sus sueños se cumplan. Esta columna regresa la segunda semana de enero. Bendiciones a todos.