¡No voto más! Siempre son los mismos con las mismas, todos son unos ladrones etc., etc…!
Por décadas, casas políticas de La Guajira han ostentado el poder político, conocidas por todos, algunos integrantes se han convertido imbatibles en el terreno electoral, a pesar de las quejas diarias que se acallan a puertas de cualquier elección.
La hegemonía o continuidad como se quiera llamar de las casas políticas, desgana, de alguna manera a la juventud y a nuevos actores independiente de la edad de incursionar en la política para servir y brindar mejores condiciones a los guajiros, les quitan la oportunidad a nuevas figuras del Departamento y si no tienen dinero para enfrentarse a esos clanes, en sus campañas, se pone más maluco el bejuco.
Este fenómeno político de la guerra de poderes de “yo con yo”, coloca u obliga a que la juventud sienta una apatía por la política, porque en La Guajira se volvió la política de grupos no de partidos, de coaliciones, de tortas para repartírselas.
Aquí la dirigencia toda es amiga y enemiga de acuerdo a las circunstancias y heredan unos a los otros, muchos añoran las disputas entre azules y rojos hasta la Juventud Comunista Colombiana –Juco–, tuvo cabida, pero cuando entraron actores con poder económico incontable se “fregó pindanga” y se cambió la forma de hacer política en La Guajira para mal de muchos.
La Guajira geográficamente es la cabeza de Colombia, pero como toda la geografía colombiana, hacer frente a la corrupción es una tarea fundamental, ya que este es un fenómeno que vulnera de manera directa los derechos humanos fundamentales de las personas, genera mayor exclusión y debilita la democracia, acercándonos más al abismo. No quiero ser ave de mal agüero, pero no se vislumbran figuras que representen la verdadera idiosincrasia y querer de los más necesitados que aclaman un líder, lógicamente dentro de los lineamientos de nuestra Constitución.
Es tanto el poder de quienes lo manejan secuseculorum, que ciertos políticos manejan muy bien la política electoral en el Departamento, frenan cualquier asomo de rebelión entre sus militantes que quieran desviarse o de “manera externa”, con el poder del dinero y las relaciones con fuerzas políticas influyentes para sacar del camino a quien se les atraviese.
La política hoy se tornó un ejercicio, supremamente costoso, que afecta la democracia, el mensaje a la nueva clase política es que luchen por sus ideales con seriedad, que presenten sus nombres al debate, para que puedan confirmar que existen figuras nuevas, con capacidad, con derechos, responsabilidad y lo más importante con seriedad y respeto por la gente.
Se necesitan jóvenes, adultos que se proyecten, que sean serios y generen la confianza perdida, quienes quieran ser, gobernador, diputados, alcaldes, concejales, no tienen por qué pedirle permiso a nadie, sino trabajar la política, servir.
Los gremios quedaron relegados, los empresarios, los sindicalistas fueron convertidos en convidados de piedra, no los escucha nadie, porque cuando opinan eso no vale nada, lo que vale es el aporte que ofrecen es lo que cazan con retorno. Estos importantes actores deben rescatar su liderazgo importante en el desarrollo de la región, se debe de una manera obligatoria construir un diálogo permanente de la clase política con y los gremios respetando las independencias y diferencias que no deben entorpecer el desarrollo del Departamento, esa es una cadena que debe reconstruirse.
Transparencia por Colombia arrojó un estudio que nos dice: Los funcionarios y autoridades electas son los actores más vinculados en hechos de corrupción dentro del total de actores individuales involucrados que recopiló el Monitor Ciudadano se evidencia que el 39% fueron funcionarios y el 30% autoridades electas por voto popular.
De dichas autoridades electas, fueron concejales (41%), alcaldes (40%). En cuanto al total de actores colectivos vinculados a hechos de corrupción, el 69% corresponden al sector privado, en donde aparecen empresas (70,4%), lo cual demuestra la corresponsabilidad contundente que ha adquirido el sector en hechos de corrupción.
Esto nos obliga a hacer un alto en el camino, escucharnos y opinar, por un bien común.
¡La Guajira!, sí no, se nos va a “voltear la arepa”.