Lo mismo que el coronel Aureliano Buendía en su laboratorio de platería que, con un hisopo entintado, marcaba con su nombre y su utilidad, todos sus chécheres del consagrado oficio, así vamos a tener que hacer nosotros con tantas leyes, normas, decretos, resoluciones, planes, políticas, modelos: remarcarlos con su nombre y su utilidad para que no se nos olvide que existen, y sobre todo, para saber para qué sirven.
O mejor, como son muchísimos los documentos, nos toca hacer como su anciano padre José Arcadio, que construyó la máquina de la memoria para acordarse del hielo y de todos los inventos que los gitanos, desde aquella tarde remota, todos los años, por el mes de marzo, siguieron llevando a Macondo.
Es que Colombia, el verdadero Macondo, sufre de la voraz peste del olvido.
Muchas leyes en Colombia, aunque no se cumplan, como las de salud, son como las capas de una cebolla, o como las matrioshkas, las muñecas rusas, que vienen embutidas unas dentro de otras.
De este carrusel de evasión de la memoria colombiana hace parte el Plan Decenal de Salud Pública 2012 – 2021, pues ya pasaron sus diez años y como en Macondo, y como decía Úrsula Iguarán, el tiempo giró en redondo y no pasó nada, solo que después, y dentro de la misma década y con las mismas incumplibles intenciones vinieron el Plan de Atención Integral de Salud –Pais–, el Modelo de Atención Integral de Salud –Mias–, el Modelo de Atención Integral Territorial –Maite–, la Ley Estatutaria y la Política Nacional del Talento Humano en Salud.
Por último, asomó las narices en el Congreso de la República el finado proyecto número 10 del año pasado, que murió ensartado en las afiladas varas de la protesta social, como el ángel valetudinario, la espantosa criatura bípeda de pezuña hendida y los dos muñones de sus alas cicatrizados.
Un híbrido de macho cabrío y hembra hereje, dijo en el púlpito la memoria frágil del centenario padre de Macondo, Antonio Isabel, que juró haberlo visto la noche anterior de su sacrificio por la turba enfurecida, protestante, y miedosa.
El Plan Decenal de Salud Pública 2012 – 2021: “Un hito como ejercicio de movilización social sin precedentes en Colombia” fue anunciado en Colombia como el imán en Macondo: “la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia”.
Así: “Para el año 2021 Colombia habrá consolidado el Plan Decenal de Salud Pública con la acción transectorial y comunitaria, para lograr la paz y la equidad social mediante la mejora del bienestar integral y la calidad de vida para todos los habitantes del territorio colombiano”.
El Plan Decenal de Salud Pública 2012 – 2021 fue un intento de desarrollar la Ley 1438 de 2011, por eso dentro de sus páginas todavía se puede rumiar: Atención Primaria en Salud, Determinantes Sociales de la Salud, territorialización o regionalización, redes integrales de salud, rutas integrales de salud, fortalecimiento de la baja complejidad y mejoramiento de su capacidad resolutiva mediante la implementación de la salud familiar soportada en talento humano organizado en equipos multidisciplinarios, motivado, suficiente y cualificado.
Y, arropado y apalancado en la matrioshka mayor, el Plan de Desarrollo 2010 – 2014, el Plan Decenal ruge desde sus entrañas sus grandes y cuasi populistas metas:
1. Dar respuesta a los desafíos actuales en salud pública y consolidar, en el marco del sistema de protección social, las capacidades técnicas en los ámbitos nacional y territorial para la planeación, ejecución, seguimiento y evaluación de las intervenciones, de acuerdo con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ONU, 2000).
Así mismo, plantea estrategias de intervención colectiva e individual, que involucran tanto al sector salud como a otros sectores, dentro y fuera de los servicios de salud.
2. Los servicios de salud competirán en sus resultados de salud.
3. Garantía de calidad y humanización: fundamento cultural de todas las instituciones.
4. Articulación intersectorial y transectorial.
5. Puesta en marcha de la Comisión Intersectorial de Salud Pública.
6.Saneamiento fiscal y financiero.
7. Asegurar la formación continua y las competencias necesarias para cumplir con las metas de salud del plan.
8. Incrementar la resolutividad y disponibilidad del personal sanitario.
Otra dicha que no fue
Un ambicioso programa nacional de formación, actualización y desarrollo profesional permanente del personal sanitario, enfocado en la salud familiar y de sus comunidades, también cayó en las fauces del olvido.
Igual sucedió en la Política Nacional del Talento Humano en Salud. Mientras tanto, los rígidos y acerados currículos universitarios siguen campantes sin inmutarse, captando altas matrículas en sus ajardinados y apacibles campus citadinos, mientras el decenal plan y la salud pública colombiana reciben la extremaunción.
Por último, el ya casi difunto plan, lapidariamente rumia al tenor de la ley orgánica 715 de 2001 artículo 42.2: “La aplicación y materialización operativa implica un liderazgo territorial de gobernadores y alcaldes, para lograr la integración y el compromiso de todos los sectores y actores en su territorio.
“Los gobiernos departamentales, distritales y locales deben adaptarlo a su propia problemática y gestionarlo para su ejecución”.
Lo grave es que el Pais, el Mias, el Maite, la Ley Estatutaria, la Política Nacional del Talento Humano en Salud, y hasta el proyecto de ley 010, en materia de salud pública, son capas de la misma cebolla o matrioshkas del mismo incumplible estuche.
Como quien dice: la academia por su lado, la salud y la enfermedad por el suyo, las leyes, políticas, planes y programas por el suyo, y los gobernadores y alcaldes por el suyo.
Y, al fin y al cabo, este es Macondo: “El sistema exigía tanta vigilancia tanta fortaleza moral, que muchos sucumbieron al hechizo de una realidad imaginativa, inventada por ellos mismos, que les resultaba menos práctica pero más reconfortante”. Todos felices, pero nada se cumple.