Nuestro departamento se ha caracterizado porque aquí no elijen las mayorías, sino que predomina un alto porcentaje de abstencionistas que no acuden al llamado a las urnas en las contiendas electorales.
Del mismo modo, ahora para las elecciones del 27 de octubre del presente año, esa franja de indecisos, que no saben o no responden por quién votar, siguen siendo el motivo de preocupación en las mediciones y encuestas de la percepción ciudadana.
En un pueblo que sigue sometido al escarnio público y al estigma de la opinión nacional, tildándolo con todos los remoquetes que le han puesto para reducir su imagen poblacional a la más mínima expresión. Un pueblo guajiro que se ha vuelto proclive a la corrupción política y administrativa, a la ilegalidad y a las trampas al régimen. Una península que convive en las más altas trampas de pobreza del país, con los más bajos indicadores de desarrollo. Un territorio donde no se ha sabido aprovechar de manera eficiente y racional sus regalías para sembrarlas en los servicios públicos básicos esenciales.
La península más septentrional de Colombia que con todas sus ventajas comparativas debiera ser un modelo de desarrollo nacional. Pero desafortunadamente aquí nuestra población no disfruta de la vida longeva, y se mueren muchas veces, de enfermedades tropicales, que ya es un pecado morirse en el mundo.
Donde no gobiernan los que saben, sino los que más tienen. Por eso, hoy el ciudadano está sumido en la desconfianza y no halla por quién votar. Se aburrió el elector primario de ver esta rebatiña por el poder territorial sin que la cultura y el desarrollo de La Guajira aterricen en la autopista de la competitividad.
La clase política y dirigente pelean más que los gallos en la gallera, y eso ha terminado en el desprestigio de la clase dirigente y en la cárcel para muchos exgobernantes.
Igualmente, una crisis institucional desbordante e imparable con más de 10 gobernadores en un periodo, lo cual impide que se resuelvan las crisis humanitarias por falta de seguridad alimentaria y por los rigores del calentamiento global y el cambio climático.
Por quién votar dice el ciudadano de a pie, si aquí el que no está preso lo andan buscando. Quien no está inhabilitado están a punto de demandarlo o de denunciarlo para tumbarlo. A La Guajira la está matando la polarización política y el canibalismo, por esa actitud de meterle el palo en la rueda al otro para que no surja.
El individualismo, la intriga, la envidia, la ambición, la codicia, también son flagelos que se ubican detrás del trono y de quienes manejan los hilos del poder regional para golpear.
Las viejas prácticas de la propaganda negra, los pasquines, los apócrifos y los anónimos en las redes sociales también le han hecho mucho daño a la democracia guajira.
Igualmente, la prensa amarillista y mediática, arrodillada y apartada de la dignidad de la masa crítica y la opinión respetable, también han contribuido a este estado de cosas inconstitucionales.
La compra y venta del voto y las conciencias al por mayor y al detal y la actitud pasiva y pusilánime de algunos funcionarios del sistema, también han tenido algo de culpa. El mismo régimen sistemático y corrupto que se presta para la trampa ha decepcionado a la ciudadanía y a los gobernados.
Tenemos que votar, porque si no acudimos a las urnas, los que van, elijen gobernantes y nos imponen a quien nos va a gobernar. Si no vota el que tiene la opinión, el gobernante lo elige el clientelismo y los incautos, atraídos por las lentejuelas y las mermeladas.
Personalmente, pienso que hay que votar por quien tenga conocimiento y carácter, manos limpias y mucha solvencia moral, ética y profesional.