Hace unos días conocí a Vanessa en el chat de Instagram, una joven de 28 años, nacida en Tamale –población de Ghana–, al occidente del continente africano.
¡El propio bollo! Me chateó en inglés, pero preferí en español. Me dijo que era hija única, educada en Estados Unidos, pero al fallecer su papá, volvió donde su mamá, en Tamale. Mientras ella escribía en inglés y luego traducía al español para que la entendiera, miraba sus fotos y en menos de 10 minutos me enamoré de ella. Una cosa de locos: ¡Estaba tragao de la africana!
En una de esas, me preguntó mi estado civil y le respondí que era separado, con dos hijos. Me interrogó sobre el motivo de la separación. Le dije simplemente que mi esposa era sonámbula y en ese estado inconsciente le daba por morderme mis brazos, convencida de que son chocolates. Le expliqué que la llevé donde el psiquiatra, y este recomendó la separación inmediata para evitar problemas mayores porque más tarde podría morderme las orejas creyendo que son galletas de vainilla, de acuerdo con la enfermedad diagnosticada. No sé si quedó convencida, pero no insistió en el tema.
Le comenté que era abogado y ganadero, y mientras ella me explicaba lo que hacía en Tamale, mis pensamientos viajaban lejos; imaginando que vivía en África con esa mona linda, usando la vestimenta de los africanos, encima de un elefante con un par de micos comiendo guineo. Era tal la traga, que tenía este dilema: “Será que dejo a Alejandra por esa mona… Me voy pa’ África y tengo varios monitos con Vane… ajá, y que haré con Any, Samue y Mikaela (La mascota); en la finca tengo a Máximo, Capi y Bocanegra…, pero en África tendré tigres, leones, jirafas, elefantes, avestruces…No joda, pero África está más lejos que Tumaco… qué haré…”.
Al otro día, me desperté a las 5 a.m., y me metí al chat de Instagram y la africana ya me estaba saludando. Hay una diferencia de 5 horas entre Tamale y Valledupar, es decir, que en esos momentos eran las 10 de la mañana en Tamale. Vane me dijo que yo era un señor honorable, serio, honesto y muy inteligente, por todo lo que le hablaba. Que era el tipo ideal para ella. Me preguntó qué pensaba hacer con ella. Le dije que me gustaba, que era hermosa, pero teníamos que conocernos para ver qué pasaba. Al finalizar la jornada del chat, como a las 6 de la tarde, horas de Colombia, la relación estaba profunda, amor va, mi corazón viene, en fin, éramos novios.
Al día siguiente, me levanté temprano para chatear con la monita y le dije que éramos novios ciber espaciales; pero, se molestó y me comentó que eso sería como un juego y ella quería una relación seria conmigo, porque necesitaba que le comprara una casa en Tamale para ubicar a su mamá, para ella venirse a vivir conmigo a Valledupar. Le dije que se calmara porque yo quería volverme africano. “Yo podría –le dije– abandonar mis hijos e irme a vivir contigo en Tamale. Estoy dispuesto a cambiar de vida porque estoy muy enamorado de ti”.
Cuando le expresé mis deseos de irme al África, me dijo: “Mire, si usted está tan enamorado de yo, debe comprar un casa para mi madre, en Tamale. Y me iré con usted para su tierra. Por ahora debe creer en mí, yo empeño mi palabra”.
Le insistí que antes de comprar la casa de su mamá, era necesario que yo fuera a visitarla para conocerla y dormir con ella y, después, haríamos la transacción para comprar la casa. Eso no le gustó a la monita porque quería el billete adelante.
Me puse a meditar: “Bueno, ‘Fico’, que monita ni qué carajo, si tú tienes tu morenita africana en casa que bastante te quiere…, que te vas a ir para el África, si tú vives sabroso en el Valle de Upar comiendo arepa con chinchurria, pastel de cerdo, empanadas y peto de los tres postes, sancocho de Junior, chicharrones, arroz con pollo de Nubia Ustáriz, batido de Los Corales; quédate tranquilo con Ale y tus muchachitos que tanto te quieren…”.
Al otro día apareció la monita y me preguntó: “Entonces… ¿usted piensa comprar la casa para mi madre en Tamale?”. Y, ya, como se me había pasado la traga, le respondí: “Sabes qué, monita, ya tengo mi africana aquí en el Valle. Tu eres una monita desabría, la mía es ¡una morenaza, sabrosaza!” y no volví a chatear más con la africana.
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