La justicia, proviene del latín (iustitia relativa a derecho). Es el conjunto de valores esenciales, tales como: ético, moral, respeto, equidad, libertad e igualdad; soportadas en normas reguladoras, adecuadas al estado de derecho, para juzgamiento y garantías, de bienestar común, dándole a cada uno le corresponda, en armonía al marco legal, relacionado con personas e instituciones, sobre acciones específicas.
La justicia se simboliza con una balanza, sostenida por una persona, con la vista cubierta, previniendo parcialidad, a favor de algunas de las partes, en disputas. De ahí que esta debe ser ciega, sorda y muda. Sin embargo en nuestro tiempo, el término de justicia, está pisoteado y desarticulado, por la corrupción institucional que la desdibuja con inmoralidad y morosidad, degenerándola, por quienes tienen a su cargo la responsabilidad de administrarla, con honestidad y pulcritud. Cuando se pierde la confianza y la fe en la justicia, fluyen dudas, desconcierto e incertidumbres.
La verdad en justicia es la prueba razonable e irrefutable, para decidir diferencias, en: conflictos, disputas y juicios. La solidez de la verdad, brilla con luz propia, aún cuándo, traten de ocultarla y desaparecerla, en momentos menos esperado, sale a flote, asombrando el ambiente, sacudiendo y espantando a personas, por mentiras y maniobras engañosa, generadoras de circunstancias funestas. La conciencia acosa y mortifica, a quienes quieren mantener sepultada la verdad, aunque finjan lo contrario, manipulando y amenazando. La verdad, es una “pelusita” que intranquiliza, a quienes la niegan y disfrazan. Por eso no es bueno, causar daños e irrespetar, a nuestros semejantes. Cuando por intención y error, faltamos a la verdad, lo mejor es aceptarla, independiente de consecuencias que originen sanciones y penalidades. Si actuamos bien, no tenemos, por qué temer, ni sufrir acoso paranoico. Igual si reconocemos la falta y pedimos perdón, dormimos sin insomnios. Desconocer la verdad, martiriza, ofusca y enoja; descomponiendo el humor, de quienes rechacen y esquiven, asuntos o temas relacionados con verdades ocultas, ya que temprano o tarde florecen a la luz pública, bandeando a los actores responsables, que se obstinan radicalmente a negarla, pretendiendo validar mentiras, con desinformaciones o verdades a medias. La verdad duele, cuando conscientemente no resistimos aceptarla, no obstante, se sustente con pruebas certeras. La contra del embustero, decirle la verdad.
La corrupción prostituyó y corrompió el sistema judicial, donde la verdad, más de las veces termina aniquilada, por los intereses retributivos y tráfico, de transacciones económicas, cuya autoridad de mala fe, desfavorecen la razón de la verdad, transformándola en prácticas perversas y repudiables, que rayan y repelen con la ética y moral. Si a Jesucristo lo torturaron y asesinaron, por la verdad, ese mal ejemplo ha continuado perdurando, en el sistema social y judicial viviente, donde se amenaza o asesinan a quienes testimonian y confiesan verdades que incomodan, delatan y sindican. Las instituciones de justicia deben operar de manera transparente, sujetado a esclarecer lo necesario y pertinente, para disuadir las dudas.
En Colombia, la verdad y reparación enredan una serie de hechos oscuros, que no dejan prosperar el tránsito y cursos de investigaciones, relacionadas con crímenes impunes, ejecutados por agentes de estado, en ejercicio de funciones públicas. Ejemplo patético, la verdad sobre falsos positivos, donde se pagaban comisiones con fondo públicos, a individuos reclutadores de personas desempleadas, en distintos lugares del territorio nacional, engañadas con ofrecimiento de trabajo, lo que resultaba falso.