Por María Isabel Cabarcas
Hace dos años aproximadamente, una entrañable amiga me envió un misterioso video. Habíamos conversado brevemente ese día y con la alegría de nuestro encuentro, sin más, sentenció: “Te voy a enviar un video hermoso que sé, te va a tocar el corazón.” A las personas como mi amiga Beatriz, las llamo ‘ángeles terrenos’, y las describo como aquellas personas de las que se vale nuestro Padre Celestial para ayudarnos a volver nuestra mirada a él, y a hacernos sentir cada vez más, cuanto lo necesitamos en cada instante. Creo que se trata de instrumentos humanos que llegan a nuestras vidas con un propósito.
No vi el video inmediatamente, pero cuando lo vi, quedé impactada. En él, la escritora española María Vallejo Nágera hablaba en Montevideo ante un público expectante, sobre su conversión espiritual en un pueblito llamado Medugorje donde hace 35 años se aparece la Virgen María, y al cuál había llegado gracias a la invitación de dos amigas quienes prácticamente la habían acorralado para que aceptara la invitación y se embarcara en aquella aventura que terminó aceptando a regañadientes.
Fue así como comencé a sentir curiosidad sobre Medugorje, pero sobre todo, unas ansias inmensas de acercarme más al amor maternal de la Virgen María, y una profunda admiración hacia María Vallejo Nágera quien a partir de aquel sublime momento en que el inconmensurable amor de Dios, se derramó sobre su vida durante tres segundos humanos que para ella fueron toda una eternidad, de misericordia, perdón y salvación, se convirtió en una servidora incansable del creador a través del extraordinario don de la escritura. Su experiencia fue tan hermosa que afirma haber sentido deseos de morir, al toparse de golpe con sus pecados, con el daño hecho a Jesús con ellos, y por sentirse incapaz de devolver en razón de la limitación natural del ser humano, todo el amor que Dios nos tiene como sus hijos. De allí nació mi anhelo de conocer a Medugorje y sé que en su tiempo, sucederá. Ese mismo año, recibí de un amigo y hermano en la fe, un regalo maravilloso: un rosario precioso de cuentas perladas traído de El Vaticano, en un estuche de plata tallado con el rosto del papa Francisco por una cara y por la otra la Plaza San Pedro. Hoy es mi mejor arma en el combate diario de la vida y sus avatares.
Un año después, una hermana en Emaús, a quien aprecio entrañablemente, me recomendó el libro ‘De María a María’, puerta del cielo”. Fue grata mi sorpresa al enterarme que la autora era la misma María Vallejo Nágera. Dios actúa y se vale de cómplices para que sus mensajes lleguen de muchas formas a nuestras vidas. Por aquella época una amiga visitaba Madrid, y le pedí que me trajera el libro. En aquel momento lo devoré con ansias, escudriñé sus letras con el corazón conmovido sin embargo, algo faltaba aún en mi devoción Mariana.
Este año, en búsqueda de consuelo y guía espiritual, mi fe fue movida y mi corazón asaltado por el deseo de aferrarme mucho más al amor de nuestra amada madre María. En esta ocasión la lectura ha sido más sosegada y abrumadoramente reveladora. Cuanto nos ama nuestra madre, responde a nuestras plegarias, y escucha amorosamente los ruegos de nuestras almas atormentadas ya sea por el pecado o por las ofensas recibidas. A propósito de la proximidad de las Fiestas Patronales en honor a Nuestra Señora de los Remedios, los invito a que volquemos nuestros corazones a su amor maternal, para que en nuestra tierra, la envidia, la mezquindad, el egoísmo y la maldad sean erradicados, e impere la solidaridad, la fraternidad, la compasión, la vocación de servicio y la caridad como valores fundamentales de toda sociedad. Ella nos lleva de su mano, y nos muestra el amor y la misericordia de su amado hijo Jesús.