Por Miller Soto
Tal parece que La Guajira no está destinada a descansar del alboroto político generado por hechos o decisiones que se toman en los diferentes ámbitos de la vida regional y nacional. Un día, las circunstancias nos llevan a celebrar elecciones atípicas en un contexto en el que organismos del Estado –vaya uno a saber si legítimamente o no y bajo qué pretexto– se atribuyen la autoridad de interceptar los teléfonos de los candidatos para posteriormente caerle al ganador como aves de rapiña a través de un proceso penal carente de fuerza probatoria y abundantemente inexplicable.
Otro día, vistos los absurdos precedentes que tienen a Wilmer González injustamente tras las rejas, se arma un show mediático colosal orquestado desde el Gobierno nacional con el único objeto de justificar la intervención de los sectores más importantes de la gestión administrativa y la designación irregular de un gobernador no proveniente de los partidos que avalaron a quien el pueblo eligió bajo el esquema del voto programático que dio lugar a un Plan de Desarrollo trabajado, concertado y llamado a convertirse en la hoja de ruta de la Gobernación hasta el año 2019.
Luego, el gobernador (e) Weildler Guerra, como queriendo dejar su propia huella, se da la pela por cancelar a Wilmer González mediante un revolcón que incluyó solicitudes de renuncia, insubsistencias, nombramientos y determinaciones claramente distantes de las expectativas y de los planes que González tenía para el Departamento. Lo que –naturalmente– no significa que su gestión haya sido mala, pues es innegable que su capacidad, aunada al hecho de haber contado con el respaldo del Gobierno Santos, fue la causa de realizaciones –aunque insuficientes– dignas de resaltar. Sin embargo, creo que fue un error táctico de Guerra no haber circunscrito su gestión al mandato popular reflejado en el Plan de Desarrollo denominado ‘Para La Guajira, un nuevo tiempo’. Pero bueno, el hombre hizo su tarea y, hasta donde entiendo, la hizo bien. Los guajiros debemos agradecerle su dedicación y augurarle éxitos en lo sucesivo.
Ahora tenemos a Tania Buitrago; una talentosa profesional que ha sido legítimamente designada en el cargo. Todos, sin excepción, debemos desearle lo mejor. Si a ella le va bien, le irá bien a La Guajira. Esos discursos que pretenden hacer que Tania cargue el mochuelo, no son ni pertinentes, ni inteligentes. Atreverse, como lo hizo el periodista Gonzalo Guillén, a denunciar la futura comisión de delitos por parte de la nueva gobernadora, es colgar sambenitos a través de una nueva modalidad de calumnia, o sea, la que atribuye responsabilidad por los delitos que se van a cometer. ¡Qué disparate! Y es mucho peor cuando esas calumnias sobre el futuro se soportan en un pasado que se presenta como vergonzoso aunque no lo sea. Por ejemplo, sacar una foto y recortarla con la intención de que la gobernadora Buitrago aparezca sola con el exgobernador ‘Kiko’ Gómez, con el objeto de usarla en su contra, es de una mala fe excesiva. Sobre todo, porque es fácil enterarse de que esa foto fue tomada a principios del año 2012 en presencia de varios alcaldes de entonces y de otros funcionarios como María Gladys Pavón, directora seccional de Fiscalía; Karime Olarte, contralora de La Guajira; Campo Elías Daza, procurador; y el presidente del Consejo Seccional de la Judicatura, Hernán Reina Caicedo. O sea, la gobernadora Tania Buitrago apenas se está ubicando y ya hay quienes pretenden montarse en una campaña de desprestigio que no merece. Ni siquiera si le da la gana de gobernar ayudada por la asesoría y los consejos que pudiera darle quien fue elegido popularmente gobernador y que no es titular de ninguna condena. Porque, mientras él regresa, será Tania la que corta el bacalao, y lo más sensato es que lo corte como le dicte su conciencia y bajo la asesoría de quien le plazca. Aquí lo importante es que sea honesta, efectiva y resuelta. Porque los problemas esperan menos que los oportunistas.